Cuando la soberbia es la que domina y no la humildad la que gobierna, cualquier decisión que afecte al poder, es tomada como una traición. En la concepción autoritaria que tienen desde siempre, los Rodríguez Saá, ahora creen que todo ha sido en contra de ellos, cuando en rigor de verdad, el resultado de las PASO, reflejan el hartazgo de más de ciento cincuenta mil ciudadanos que desde las seis de la tarde del 13 de agosto nos convertimos en “traidores”.
“Traidores” que silenciosamente en su mayoría, venían advirtiendo que ese no era el rumbo adecuado de la familia gobernante y que la transición había comenzado hace tiempo. Probablemente, cuando asumió Claudio Poggi la gobernación en 2011. Pero como toda estructura tan arraigada en el poder, esa transición no iba, ni va a ser corta. Todavía faltan transitar los dos años que le quedan como primer mandatario a Alberto Rodríguez Saá.
En la transición hay altibajos. Características propias de ese fenómeno. Lo del domingo pasado es un alto. Una voz de alto, que pudo expresarse en la claridad del cuarto oscuro y que hizo posible reconocer a Poggi, como alternativa real de gobierno provincial.
Estas PASO fueron mucho más que eso. Marcaron el destino de una provincia, aun cuando desde otras esferas pretenden ejercer paternalismos victoriosos. Si Poggi ganó, fue por sus propios méritos de cercanía con el pueblo y de construcción de una estructura partidaria primero y frentista después, que le permitió canalizar la inquietud generalizada de los sanluiseños en todo su territorio.
Mientras Poggi avanzaba en su construcción, el gobierno provincial le hacía buena parte de su campaña con mentiras innecesarias, que lo convirtieron en la figura nacional que hoy es el ex gobernador.
Dijeron que había dejado la Provincia endeudada y no fue cierto. Hicieron denuncias penales que luego no fueron ratificadas. Quisieron proscribir a Avanzar y la fuerza de los hechos se los impidió. Dijeron que Poggi era Macri y nadie compró el mensaje. Dijeron que con La Pedrera cambiaba la vida de los villamercedinos y acá estamos con todo, como era entonces. Que en su inauguración, a la mañana jugaban River y Boca y a la noche actuaban los Rolling Stones y nos quisieron conformar con los amigos de Cavenaghi y Palermo y las brillantes Cien Guitarras Mercedinas, que admiramos y ya las conocemos por sus originalidades musicales. Que jugaba la selección de Argentina contra Bolivia y todavía no ha jugado ni el Estudiantes intervenido que tienen. Dijeron que en San Luis no hace falta trasladar a nadie fuera de la provincia porque el sistema de salud todo lo puede y siguieron muriendo mujeres en la Maternidad Teresita Baigorria. Mentira tras mentira, subestimando a la ciudadanía a la que todavía se niegan a reconocer en su carácter de soberana.
Mientras tanto Poggi avanzaba en su construcción. Construcción que ha dado solo una primera muestra de lo que puede suceder en las elecciones generales del 22 de octubre, porque ahora debe venir la ampliación del frente político que paralizó el sueño de los hermanos del poder. Sus dirigentes tienen mentalidad política amplia y moderna y saben que aunque varios no comulguen con Perón, como decía el General: “a esto lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie”.