Desde la Auto Escuela San José hemos abordados la seguridad vial como un hecho social, y pensando en ello, hace un tiempo tomé contacto con el autor, Jean Baudrillard, en donde hace un excitante diagnóstico acerca del supuesto “fin de lo social”. En un trabajo titulado Cultura y simulacro (Kairós, 1978), Baudrillard se preguntaba, por ejemplo, si las sociedades modernas respondían a un proceso de socialización o de desocialización progresivo y admitía que aquellas instituciones que jalonaron los “progresos de lo social” (urbanización, trabajo, producción, escolarización, etc.) parecían ahora producir y destruir lo social de forma simultánea. La expansión de los medios de comunicación y la información no había conseguido más que neutralizar las relaciones sociales, atomizando lo social en sentido profundo.
Posteriormente me tomé el trabajo en hacer analogías, con las brillantes reflexiones de Zygmunt Bauman fue posible encontrar los mismos síntomas que definirían nuestra compleja contemporaneidad. Su trabajo Modernidad líquida (Fondo de Cultura Económica, 2002) nos enfrenta a una modernidad en la que las instituciones y los valores constitutivos parecen “derretirse” y perder su rigidez y solidez características, para asumir un novedoso estado de fluidez y flexibilidad. La “modernidad líquida” de Bauman es aquella en la que las lealtades a creencias y grupos de pertenencia se difuminan en el contexto de las transformaciones socioculturales y de los nuevos dilemas de la globalización.
Si alguien pretendiera encontrar posibles similitudes entre el pensamiento de Baudrillard y las reflexiones de Bauman acerca del destino del proyecto histórico de la modernidad, comprendería que su tarea no es demasiado complicada. Pero ¿Cuáles son los puntos comunes entre estos dos autores y las actuales y lúcidas reflexiones del sociólogo francés Alain Touraine? A simple vista, pareciera que muy pocos. Recordemos que Touraine fue uno de los principales introductores de la categoría de “movimiento social” en la academia, lo cual generó una importante discusión en torno de fenómenos sociales que tenían como centro de análisis la acción social y la emancipación política. Así, Touraine fue reconocido por su definición de una sociología cuyo fundamento consistía en entender y explicar los movimientos sociales (véase Sociología de la acción, Ariel, 1965), con una clara preocupación metodológica centrada en las categorías de modernidad, democracia, acción social y emancipación.
Sin embargo, su última obra, Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy, nos depara algunas sorpresas, que podríamos ubicar junto a las reflexiones de Baudrillard y Bauman. Sin duda, Touraine no puede esconder su posición intelectual como militante de la “emancipación del sujeto”, una línea de pensamiento y reflexión política que se encontraba sistematizada en una obra anterior, ¿Podremos vivir juntos? Iguales y diferentes (Fondo de Cultura Económica, 1997). Pero la radicalidad de sus actuales análisis trasciende cualquier posible sesgo de ingenuidad interpretativa o pose de corrección política. El Touraine que estudiaba y teorizaba sobre los movimientos sociales, el mundo del trabajo y los conflictos de clases dio paso, con el correr del tiempo, a un intelectual cuyo campo de análisis estaría más interesado por el “sujeto” de la acción social.
¿Podremos vivir juntos? Es el interrogante de fin de año, donde todos los actores sociales que interactúan en la seguridad vial, parecen que se encuentran inmersos en un enfrentamiento simultaneo y light. Donde las obligaciones no se tienen en cuenta y sólo hay un activismo de sillón a la hora de reclamar los derechos de cada uno a la hora de actuar. En los dos casos, se trata de brillantes análisis de los cambios sociales y culturales que las sociedades modernas han experimentado a lo largo de las últimas tres décadas. En efecto, al afirmar que “ya no podemos, ya no debemos, pensar socialmente los hechos sociales”, Touraine sugiere que todo el cuerpo interpretativo en el que la ciencia social fundamentaba su organización y sus líneas de actuación ya no es funcional para comprender el mundo de hoy. “Este paradigma que se debilita se ha construido sobre la idea de que la sociedad no tiene otro fundamento que lo social”, es decir un modelo que representa y organiza la existencia en términos económico-sociales, en base a categorías como clase, trabajo, producción, capital y mercado. Según Touraine, ya no es posible explicar el mundo en que vivimos a partir de estas categorías. El proceso de globalización, la carencia de mecanismos institucionales de regulación social y el progresivo aislamiento y la exclusión de los individuos son factores que suelen presentarse como desencadenantes de una nueva manera de pensar la realidad actual, a partir de un paradigma de carácter cultural.
La “primera modernidad”, entretenida en los avatares de la formación de los Estados modernos, los Estados nacionales y las revoluciones políticas del siglo XIX, había sustituido el orden religioso y su explicación del mundo por un orden político y un nuevo paradigma explicativo de la realidad. La «segunda modernidad», surgida con la industrialización, la urbanización y la escolarización, sería, entonces, la que lograría consolidar una representación propiamente social de la sociedad. Ésta es la representación que Touraine considera en crisis, dado que en la actualidad ya no son los conflictos y problemas propios de la “segunda modernidad” los que se presentan con más fuerza. Al “fin de lo social”, la desocialización y la crisis de todos los valores “sociales”, debe añadirse una nueva imagen: “el incremento de las reivindicaciones culturales, tanto bajo una forma neocomunitaria como de apelación a un sujeto personal y de reivindicación de derechos culturales. Hablábamos de `actores sociales´ y de movimientos sociales; en el mundo en que ya hemos entrado, tendremos que hablar con mayor frecuencia de sujetos personales y de `movimientos culturales´”. Afirmar que vivimos la “destrucción de la sociedad” -es decir, la destrucción de una visión social de la vida social– implicaría abordar un análisis “no social” de la realidad. Ésta es la idea central que aborda presentando el conjunto de fenómenos sociales sintomáticos de una desintegración social y de ruptura de los vínculos sociales. Por otra parte pensamos que se presenta un esfuerzo por “construir la imagen de una sociedad que ha llegado a ser `no social´, en la que las categorías culturales reemplazan a las categorías sociales, en la que las relaciones de cada cual consigo mismo son tan importantes como lo fuera antaño la conquista del mundo” donde enfatizamos en construir autopistas inseguras, con el agravante de que podemos perder la vida en el transito urbano para llegar y poder transitar en ella. Aquí es donde quisiéramos enfatizar este nuevo paradigma. Y no queremos caer en La descripción de la “lógica instrumental” de la modernidad no necesariamente sugeriría la desaparición de los actores sociales, quienes “están impacientes por afirmarse y lograr el reconocimiento de su libertad de sujetos”.
A modo de conclusión coincido con varias personas que en momentos límites, como el comandante Sully, que acuatizó en el rio Hudson, coincidió con un pasajero en esos 208 segundo desde que fue alcanzado para una bandada de gansos hasta que terminó en el rio Hudson, dicen que es más importante ser feliz… que tener razón…
MUCHISISMAS GRACIAS Y MEJOR AÑO PARA TODOS!!!