Además de una crisis autoinfligida, a partir de instrumentar una serie de medidas regresivas y de culpar por sus efectos negativos a la “pesada herencia”, el Gobierno está manipulando estadísticas económicas con el deseo de influir sobre las expectativas sociales.
Por Alfredo Zaiat para Página/12
Los números del déficit fiscal no son los que dice el Ministerio de Finanzas y Des-hacienda. La información revisada del PIB presentada por el Indec muestra inconsistencias, después de un inédito apagón estadístico de casi seis meses. El Ministerio de Trabajo maquilla el tradicional informe de empleo registrado para ocultar la ola de despidos. El gobierno difunde un listado de inversiones extranjeras que ya habían sido anunciadas en la anterior administración. La Anses infla la cantidad de jubilados que recibirán un haber más elevado a partir de la ley recientemente aprobada. El nuevo IPC–Indec ahora restringido a la Capital y GBA tiene diferencias con el IPC–CABA pese a compartir casi la misma área de cobertura. El Banco Central tiene muchas menos reservas disponibles que las difundidas en los partes diarios. Además la actual conducción de la entidad monetaria inventó la existencia de una “inflación núcleo” en la economía argentina, burda copia del esquema analítico de la Reserva Federal para la economía estadounidense. La AFIP discontinuó la tradición de informar el resultado de la recaudación impositiva el primer día hábil de cada mes, demorando esa responsabilidad en momentos que se está derrumbando los ingresos fiscales en términos reales.
La distorsión, manipulación y falseamiento de estadísticas acerca de la evolución de variables claves para la interpretación de tendencias de la economía es una parte central de la estrategia oficial para influir en las expectativas sociales. Acompañado con el discurso de la “pesada herencia recibida” van justificando la irrupción de una crisis auto provocada por medidas regresivas que derivaron en una millonaria transferencia de ingresos hacia sectores concentrados. De ese modo han construido en pocos meses el relato M mientras fueron desplegando el combo recesivo de megadevaluación, shock inflacionario, apertura importadora, tarifazo, despidos y reducción del salario real.
Información
El gobierno de Mauricio Macri no ha mejorado la calidad de la información pública de las principales variables económicas afectada básicamente por el anterior gobierno, sino que la ha empeorado aún más. La mayoría de las consultoras de la city sin embargo avala las cifras oficiales pese a sus evidentes deficiencias. Incluso algunas, como la de Miguel Bein en repentina fe macrista, han adelantando que discontinuarán la publicación de sus índices de precios. El Fondo Monetario Internacional también las celebra. Durante años ha censurado las estadísticas argentinas en sus devaluados informes semestrales de pronósticos y ahora elogia los cambios en el Indec cuando en gran parte del primer semestre hubo un inédito apagón estadístico. Muchos de los analistas que antes se indignaban con fundamentos por las estadísticas públicas hoy no expresan ningún cuestionamiento cuando son evidentes similares manipulaciones en las cifras.
Esta complicidad con los números del macrismo de economistas del establishment, de organismos multilaterales vinculados al mundo de las finanzas y divulgadores de los postulados del neoliberalismo expresa un aspecto que el mundo tecnocrático resiste: las estadísticas públicas, además de ser una herramienta técnica que permite obtener información para orientar hacia una mejor administración, tienen también carácter político. Existen necesarias observaciones críticas acerca de metodologías de elaboración de índices y la forma de capturar la información. Pero la puja alrededor de las estadísticas expresa a la vez una indisimulable disputa política acerca de la construcción del sentido sobre la interpretación de los fenómenos económicos.
Quien mejor lo expresó fue el Moreno del macrismo, el poli rubro Javier González Fraga que empezó a boxear las estadísticas de pobreza del primer semestre. Evaluó cuán pobre son los pobres además de relativizar el aumento de la cantidad de pobres en esos meses de tarifazo, despidos y shock inflacionario. Incremento informado por el Observatorio de Deuda Social de la Universidad Católica, fuente que hasta el 9 de diciembre pasado era utilizado por quienes hoy son oficialistas para sentenciar cuál era la “verdad” acerca de la cuestión social.
Dibujos
El Indec informó que el Producto Interno Bruto del primer trimestre de este año avanzó 0,5 por ciento interanual. Varios especialistas evaluaron como poco creíble ese signo positivo cuando casi todas las variables más relevantes registraron caídas en ese período. El economista Mariano Kestelboim cuestiona esa cifra por inconsistente a partir de la propia información oficial. El Indec calculó que el consumo creció 1,1 por ciento en los primeros tres meses del año respecto a igual período de 2015, y que el gasto público lo hizo en 2,7 por ciento. Kestelboim señala que todos lo indicadores privados y públicos de consumo dan caída, y respecto al gasto público indica que fue el propio gobierno que lo frenó con la excusa de revisar las cuentas (hubo una fuerte sub ejecutación presupuestaria). En relación al consumo privado, el poder adquisitivo se derrumbó por la megadevaluación que provocó un shock inflacionario lo que hace imposible su expansión en esos meses. El sociólogo Artemio López rescató el informe de CAME que revela que las ventas en cantidades cayeron 2,3 por ciento en enero, 4,5 en febrero y 5,8 en marzo. La construcción se derrumbó, la facturación en supermercados y shopping subió menos que la inflación. Otro dato que brinda Kestelboim es que la recaudación del IVA interno aumentó 23,5 por ciento mientras que la inflación fue de 35 por ciento, lo que refleja una caída del consumo o un incremento de la evasión, o una combinación de ambas. Pero en ningún caso hubo un aumento del consumo como el reflejado en el PIB del Indec de Macri.
La Dirección de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires publicó la evolución del indicador trimestral de la actividad económica, con una caída del 1,1 por ciento. Variación negativa de la producción de bienes y servicios en uno de los principales distritos económicos del país, que abona la sospecha sobre las cifras del PIB del Indec. Existen a la vez discrepancias entre el índice de precios CABA y el nuevo del Indec–Todesca, con una suba mayor en el primero.
También se presentó la revisión de la serie del PIB de los años del kirchnerismo, sobre el que existían pequeñas discrepancias en las cifras, pero ninguna tan pronunciada como en la del 2009. El Indec fue más lejos que cualquier estimación privada (retroceso del 2 al 3 por ciento) y calculó una caída del 6 por ciento. Para alcanzar esa cifra, el director técnico del Indec, Fernando Cerro, explicó que se sacaron los subsidios a los servicios públicos del cálculo y se incluyó el impuesto al cheque, además que se utilizaron índices alternativos de “algunos insumos estadísticos”. De ese modo construyeron una serie con criterio político para mostrar que no hubo tanto crecimiento económico en el ciclo kirchnerista. Inmediatamente salieron analistas oportunistas a calcular que así el anterior gobierno pagó más deuda por el cupón PIB, avalando de ese modo el dibujo del Indec. Otra prueba que las estadísticas pasaron a ser utilizadas como herramienta de disputa política, y que su calidad en realidad no es un motivo genuino de inquietud para muchos que participan de ese debate.
El manoseo de los números del PIB no pudo salvar a uno de los postulados del marketing político oficial. Las cifras retocadas del Indec desmienten al ministro Prat Gay y al propio presidente Mauricio Macri, quienes siguen afirmando que la economía no creció en 2015. El avance fue de 2,4 por ciento según el Indec–Todesca.
En la columna publicada aquí hace tres domingos se reveló que el déficit fiscal verdadero de 2015 fue 1,9 por ciento, de acuerdo a las planillas oficiales del Ministerio de Finanzas, y no el 2,3, el 5,8 o el 7,1 por ciento que Prat Gay fue dibujando para justificar el descalabro fiscal autoinfligido derivado de millonarias transferencias de ingresos a sectores concentrados de la economía.
Página/12 informó en base a un relevamiento caso por caso realizado por el periodista Federico Kucher que el 62 por ciento de los anuncios de inversión extranjera que presentó el gobierno de Macri como novedad, en realidad son proyectos decididos y comunicados durante la anterior administración. El monto de las nuevas inversiones además es menor que el anunciado en igual período en 2014. La Agencia Argentina de Desarrollo de Inversiones, organismo que depende de Cancillería y el Ministerio de Producción, promocionó el desembolso de capitales de empresas extranjeras en el país. Elaboró una lista con 40 firmas multinacionales que le aseguraron a Mauricio Macri nuevas inversiones Lo cierto es que los anuncios de inversión por 15.351 millones de dólares entre el 10 de diciembre pasado y finales de mayo, 9.572 millones de dólares ya habían sido informados antes de noviembre de 2015.
El Centro de Economía Política Argentina advirtió que el Ministerio de Trabajo ha modificado la forma de calcular el empleo que se obtiene del Sistema Integrado y Previsional Argentino (SIPA), una de las estadísticas más confiables dado que permite evaluar la evolución del universo de trabajadores registrados y sus remuneraciones. Esa modificación impacta de lleno en los cálculos sobre empleo y desempleo, dado que el nuevo cálculo oficial por persona arroja un número menor de destrucción de empleo que la anterior estimación realizada en base a la cantidad de puestos de trabajo registrados: una persona puede tener más de un puesto de trabajo, o en otros términos, la destrucción de un puesto de trabajo puede no significar necesariamente que esa persona quede desocupada. El objetivo oficial es subestimar y negar la destrucción de empleo desde diciembre pasado cuando comenzó la ola de despidos en el sector público, abriendo esa puerta al privado.
El Banco Central recreó para la economía argentina el concepto de “inflación núcleo” para mostrar una tendencia descendente en los precios. En Estados Unidos se utiliza el “core inflation” excluyendo del cálculo los precios de la energía y alimentos por su elevada volatilidad de corto plazo. Para una economía que arrastra varios años con tasas de inflación de dos dígitos pretender imitar el marco conceptual de la inflación estadounidense es solamente una estrategia de distracción sobre un indomable proceso inflacionario. Además durante un semestre no hubo datos oficiales de inflación. El Banco Central también registra un monto total de reservas inflado por deudas que, como detalló el periodista Raúl Dellatorre el domingo pasado en este diario, deja como “caja operativa” para intervenir en el mercado apenas 3.100 millones de dólares, el 10 por ciento de las reservas informadas oficialmente.
El relato macrista, respaldado por su aceitada máquina de marketing político-electoral, acerca de la marcha de la economía está boxeando de esa manera contra el acelerado deterioro social y laboral. De todos modos este retroceso de la calidad de vida de las mayorías es una tarea difícil de disimular pese al despliegue de diferentes maquillajes de indicadores económicos.
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