San Luis (LaNoticia) 17-05-16. Al caerse la participación del “Chori” Heredia del relato del brasilero De Oliveira, el defensor de Lorenzetti sostiene que nada hay contra su cliente.
Ayer, en horas del mediodía, el penalista Carlos Salomón presentó en el Juzgado de Cadelago Filippi un escrito compuesto por 64 páginas doble faz, pidiendo la revocatoria de la prisión preventiva que pesa sobre su cliente Diego Lorenzetti.
Salomón sustenta su pedido en tres puntos claves del expediente, como lo son la declaración testimonial del instructor de la causa Fernando Rosales; la pobre y poco sustentable declaración indagatoria del brasilero Edivaldo De Oliveira Pereira y la “supuesta transcripción de escuchas y mensajes, meramente decorativos”
Inspector Franco Fernando Rosales
Rosales es el policía al cual en sus escritos, Salomón mencionaba como “el Juez Supremo” de este expediente porque se dedicó a volcar contenidos que le habían señalado supuestas “fuentes” a las que no mencionó en ningún momento y hasta se dio el lujo de decir que debía “protegerlas”. “Fuentes” que le dijeron -supuestamente- cómo habían asesinado a Romina Aguilar y quién -supuestamente- había sido el autor ideológico, sin dar las identidades, con lo cual podría o bien no existir dichos ciudadanos, o ser personas que mientan descaradamente, total no van a pasar nunca por la Justicia. Lo peor de esto, es que hay muchísimas causas en el Poder Judicial que tienen este mismo modus operandi policial, que indica que los jueces “compran” absolutamente todo lo que la policía les proporciona, sin preocuparse en ser lo que las normas de rito les señalan: Ser Directores del proceso investigativo.
A tal punto llega esta forma de proceder de policías y jueces, que Salomón en su escrito sostiene que “es necesario poner coto a la grave situación que se está presentando en la investigación de homicidios en los últimos tiempos”, porque esto “pone sobre el tapete, una vez más, el riesgo que corremos como individuos cuando las fuerzas policiales llevan adelante pseudo-investigaciones plagadas de deficiencias y conducidas por andariveles que nada tiene que ver con el Estado de Derecho, en tanto ellas encuentren en algún organismo jurisdiccional un hogar para cobijarlas, nutrirlas y encaminarlas hasta las instancias finales”.
Esto, en simples palabras, es lo que viene sosteniendo desde hace mucho tiempo La Noticia en San Luis, en cuanto a que estamos viviendo en un permanente estado de libertad condicional.
Horrores en la investigación
Salomón pone en duda, en el escrito, que la presentación del brasilero De Oliveira haya sido “espontánea”, porque es sospechoso que “el automóvil de su esposa en el cual se conducía el día de su presentación, estaba estacionado en la División de Homicidios (ver declaración de su pareja SANDRA BECERRA de fecha 24/04/2016)”.
El penalista también cuestiona un detalle que La Noticia en San Luis señaló en ediciones pasadas, como es que si la policía sospechaba del brasilero y de Vilchez, no registrara ningún allanamiento en sus domicilios, algo que fue ordenado por Cadelago Filippi recién dos meses después del hecho, donde obviamente nada se encontró.
Otro detalle, es que se le haya realizado el dermotest para ver si había residuos de pólvoras a Diego Lorenzetti y a una hermana de Romina Aguilar, lo que para Salomón es “de terror!!!”
De Oliveira Pereira
Para Salomón, las declaraciones en la indagatoria de De Oliveira, tienen “numerosas mendacidades y contradicciones”.
En ese sentido señala que el brasilero se quiso despegar del hecho señalando que él supuestamente iba a cometer un robo, no un asesinato, mientras que en el expediente figura que él, supuestamente, una semana antes del hecho andaba queriendo comprar una 45.
En la indagatoria, De Oliveira sostuvo que conducía la moto y que estacionó en la esquina y que desde allí vio a Vilchez cruzar a una persona que salía de una vivienda, cuando una testigo presencial del hecho declaró que el que conducía la moto -supuestamente De Oliveira- se paró frente a Romina y apuró a su compinche para que efectuara el segundo disparo.
Carlos Rubén Capella
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