Se podría definir la economía como la ciencia que estudia cómo se organiza una sociedad para producir sus medios de existencia que, distribuidos entre sus miembros y consumidos por ellos, permiten que la sociedad pueda producirlos de nuevo y así sucesivamente, proveyendo con ello, de una forma constantemente renovada, la base material para el conjunto de la reproducción de la sociedad en el tiempo.
A quien estudia y analiza la economía profesionalmente se le conoce como economista.
Estos aseguran que, con el plan de incentivos adecuado, no hay problema en el mundo que no puedan resolver. Saben muy bien que, desde el comienzo de la vida, todo ser humano comienza a regirse por ellos y sostienen que cuando se usan los estímulos acertados, siempre podrá exhortarse a los otros a hacer más de lo que se considera bueno, y menos de lo que se considera malo.
No hay una regla general que diga cuál es el mejor incentivo para lograr una conducta; en algunos casos el premio o la sanción económica tienen un efecto sorprendente, mientras que en otras ocasiones los incentivos morales o sociales logran lo que ninguna cifra alcanzaría. Así, por ejemplo, en la lucha contra la prostitución en nuestro querido país y en otros lugares del mundo, se han creado páginas web en las que se cuelgan fotos de prostitutas con sus clientes: se ha comprobado que es mucho más disuasivo el riesgo de ser encontrado por la familia o los compañeros de trabajo en una página como menganasyfulanos.com que la eventualidad de pagar una multa de x pesos por solicitar los servicios de una prostituta.
Aún más, en ciertas ocasiones los incentivos económicos pueden resultar contraproducentes y anular el efecto de los incentivos morales. Algunas guarderías de Israel decidieron multar con tres dólares a los padres que llegaran tarde a recoger a sus hijos y, en lugar de reducir el número de retrasos, lo incrementaron. Resulta sencillo: habían sustituido la sanción moral, que refrenaba a los padres y los avergonzaba por llegar tarde, por una sanción económica, fácil de pagar. Con unos pocos dólares, los padres compraban su culpa y, de paso, ganaban minutos para pasarlos a buscar a la hora más conveniente para ellos.
Desde este espacio muchas veces hemos dicho que los sistemas de recompensas y castigo no están surtiendo el efecto que se desea, a la vista está la siniestralidad y las tasas de mortalidad…
Hecha la ley, hecha la trampa, reza el dicho popular. Y así es: por cada persona que invierta horas de ingenio en diseñar un esquema de incentivos, habrá siempre un ejército de almas que invertirá aún más tiempo en tratar de burlarlos. La trampa y el engaño son actos económicos primitivos, pues consisten, simplemente, en obtener más a cambio de menos. Por eso no son un patrimonio exclusivo de falsificadores, usurpadores y delincuentes. También están presentes en todos los hechos sociales, en usted y en nosotros.
La sabiduría convencional se equivoca con frecuencia
El prestigioso economista John Kenneth Galbraith acuñó la expresión “sabiduría convencional” para aludir a la forma en que asociamos la verdad a la conveniencia, aferrándonos a algunas creencias simples, prácticas, cómodas y reconfortantes -aunque no necesariamente ciertas- que nos evitan el desgaste excesivo de tener que comprender la realidad compleja de las cosas. Sería necio afirmar que la sabiduría convencional jamás está en lo cierto, pero reconocer sus falacias constituye un buen camino para tomar mejores decisiones.
Tomemos un ejemplo. Ana tiene dieciocho años y como todo adolescente sociabiliza en casa de sus amigas Paula y Martina. Sus padres, que son muy sensatos y se preocupan por su seguridad, le prohíben a Ana volver a ir a casa de Paula tras enterarse de que sus padres tienen un arma en casa.
Desde entonces, Ana pasa el doble de tiempo en la casa de Martina, que además de ser muy bonita tiene auto lo que les permite pasear y disfrutar el tiempo al aire libre. La sabiduría convencional aplaude su decisión, pues todos sabemos que en este mundo no hay nada más peligroso que un arma.
Pues bien, quizás su decisión no sea tan sensata.
Las muertes por armas de fuego en Argentina son bajas al compararlas con las tasas de otros países de la región. Una comparación con Brasil en el período 1990-2005 encontró que, para una tasa ajustada en Argentina de 13,2 (3.197 muertos), en Brasil era de 32,7 (29.598 muertos) (75). Un estudio multicéntrico sobre homicidios que abarcó Brasil, Colombia, México y Argentina encontró que las tasas más bajas de homicidios de los cuatro países fueron las de Argentina, como también lo fue la participación porcentual de las armas de fuego como mecanismo para el homicidio.
Entretanto, se calcula que por día en nuestro país mueren entre 24 y 30 personas por día en accidentes de tránsito!!! Un avión lleno de pasajero se nos cae cada diez días o en analogías transparentes en solo un poco más de dos meses se alcanzan las muertes que por armas de fuego en un periodo de quince años. En consecuencia, puede que la decisión de los padres de Ana no sea tan inteligente: su probabilidad de morir en la casa de Paula es sensible menor que paseando en el auto con Martina.
Peter Sandman, que ha estudiado en profundidad el fenómeno del riesgo, afirma que “los peligros que producen miedo a la gente y los peligros que matan a la gente son muy diferentes”. Él mismo ha reducido el asunto a una sencilla ecuación: riesgo = peligro + escándalo.
El peligro suele ser estable y difícil de manipular; el escándalo, en cambio (y esto lo saben muy bien los publicistas), es bastante maleable. Así, cuando el peligro es alto pero el escándalo bajo, las reacciones no se percibirán mucho, pero a medida que el escándalo aumenta, la percepción de riesgo y las consecuentes reacciones se dispararán, llegando incluso a ser desproporcionadas frente a la verdadera dimensión del peligro.
En conclusión haciendo una autocrítica se podría decir la falta de un hilo conductor en estas líneas, pero la realidad que la avalancha de información en la modernidad liquida, una mirada aventurera y, parafraseando a Arquímedes, gritar con energía: “Dadme un algoritmo y descifraré el mundo”. Porque tenemos que tener en cuenta que todo es maleable; los maestros, los criminales, los expertos, los publicistas, los deportistas y los políticos pueden mentir, pero los números no lo hacen.
Un buen algoritmo en el lugar exacto y con los datos adecuados que cuando los índices de natalidad son descendentes, los médicos realizan más cesáreas (en tiempos de crisis, procedimientos más costosos); además, hemos advertido que hay más de 900 radares truchos con el sólo efecto de recaudar, importándole muy poco si evitan un siniestro…
Fuente:
(*)Salud colect. vol.11 no.2 Lanús jun. 2015
Tendencia temporal de la mortalidad por armas de fuego en Argentina, 1980-2012
Time trend study of firearm mortality in Argentina, 1980-2012
Spinelli, Hugo1; Santoro, Adrián2; Guevel, Carlos3; Alazraqui, Marcio4
1 Doctor en Salud Colectiva. Director, Instituto de Salud Colectiva, Universidad Nacional de Lanús, Argentina. hugospinelli09@gmail.com
2 Magíster en Generación y Análisis de Información Estadística. Docente investigador, Instituto de Salud Colectiva, Universidad Nacional de Lanús, Argentina. adrian.santoro@gmail.com
3 Estadístico. Docente investigador, Instituto de Salud Colectiva, Universidad Nacional de Lanús, Argentina. carlos.guevel@gmail.com
4 Doctor en Salud Colectiva. Director, Doctorado en Salud Colectiva, Instituto de Salud Colectiva, Universidad Nacional de Lanús, Argentina. malazraqui@yahoo.com.ar
Recibido: 5 de diciembre de 2014
Versión final: 12 de febrero de 2015
Aprobado: 27 de marzo de 2015
Steven D. Levitt, prestigioso economista de Harvard y doctor por el Instituto de Tecnología de Massachusetts, es actualmente profesor de Economía en la Universidad de Chicago y co-editor de la revista Journal of Political Economy.
Stephen J. Dubner es periodista de The New York Times y de The New Yorker y autor de varios libros con un gran éxito de ventas en los Estados Unidos.