Los guerrilleros tuvieron ese gesto ante la comunidad de Bojayá, en las selvas occidentales del Chocó.
Las últimas semanas vividas en Colombia presagiaban lo que se vivirá en La Habana. El 22 de noviembre el gobierno tuvo el gesto de indultar a 30 guerrilleros. El 6 de diciembre, las FARC adelantaron lo que será la justicia restaurativa en un país que vive en guerra hace más de medio siglo. Ese día, los guerrilleros pidieron perdón a la comunidad de Bojayá, en las selvas occidentales del Chocó, empleando esa palabra hasta entonces inexistente en el léxico de las partes activas del conflicto colombiano.
El 2 de mayo de 2002 se registró un enfrentamiento entre guerrilleros y paramilitares apoyados por el Ejército. En medio del combate los comandos de ultraderecha usaron al pueblo como escudo humano. Los rebeldes reaccionaron lanzando cilindros bomba de baja precisión, uno de los cuales estalló en la iglesia en la que habían buscado refugio cientos de civiles. Murieron 79 personas, entre ellas 48 niños. Las esquirlas dejaron mutilaciones en otros 100 pobladores. “El desplazamiento de más de mil familias destruyó los proyectos de vida de toda una generación”, escribió la revista Semana, de Bogotá.
Que las FARC viajaran a Bojayá a reconocer su responsabilidad en esta tragedia es un hecho histórico, señaló la revista del establishment colombiano. La delegación guerrillera, encabezada por Pastor Alape, uno de los negociadores de La Habana, llegó a la selva en un helicóptero de la Cruz Roja, acompañada por garantes internacionales.
Unas 300 personas estaban allí, preguntándose si Alape usaría la palabra perdón, cargada de un enorme significado para esas comunidades profundamente religiosas. Asumir la responsabilidad sobre los desastres cometidos en la guerra es un hecho político de gran importancia en la justicia transicional. En la justicia restaurativa, en cambio, el perdón es lo más importante, pues se trata del resarcimiento directo de los ofensores a los agraviados, explicó la revista.
“Cuando Alape empezó a leer su discurso, los asistentes guardaron silencio. Era una sordina densa, llena de interrogantes. El jefe guerrillero no los decepcionó. Se entregó de corazón en un acto de contrición nunca antes visto en esta larga contienda. Sus palabras hicieron más profundo el ambiente trágico que se respiraba”, señaló Semana, y luego reprodujo lo dicho por Alape: “Nosotros también hemos llorado con respeto y honradez por la muerte inocente de quienes esperaban misericordia”, dijo. Y al fin llegaron las palabras tan esperadas: “Ojalá algún día seamos perdonados”.