Hoy iniciamos el último tercio de cómo soporta nuestro cuerpo un accidente. Empezamos viendo los mecanismos físicos que actúan sobre nuestro cuerpo para provocar daños durante un accidente. Después, dedicamos unos cuantos artículos a aspectos más médicos, la clasificación de los daños y un breve repaso de su tratamiento (aunque, para eso, siempre recomiendo que asistan a un curso de primeros auxilios). Hoy, siguiendo nuestro camino hacia el funesto final, nos adentraremos en las entrañas moleculares de nuestro cuerpo, y haremos una introducción a los procesos metabólicos principales que desembocan en la muerte.
En resumidas cuentas, podemos decir que al sufrir un politraumatismo durante el accidente, y si las asistencias no logran interrumpir el proceso, a nivel microscópico la muerte acaba sobreviniendo a causa de una parada cardiorrespiratoria. Es decir, la incapacidad del sistema cardiovascular de llevar oxígeno a las células de nuestro cuerpo, sobre todo al cerebro. Destacaremos tres procesos por lo que puede ocurrir: una lesión del sistema nervioso central, el shock o el síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SIRS).
No obstante, una pregunta obvia en este momento es ¿Por qué necesitamos llevar oxígeno a cada célula? O, preguntado de otra forma, ¿Por qué necesitamos respirar? Hoy nos centraremos en la introducción a los procesos metabólicos que llevan a la muerte.
Lesión del sistema nervioso central
En este caso, no se trata exactamente de un fallo metabólico, sino más bien de la inhabilidad del cerebro de controlar nuestro cuerpo debido a un daño físico, ya sea en el cráneo-encéfalo o bien en la médula.
La incapacidad del cerebro de controlar la respiración puede deberse a un daño físico que le impida generar las señales de origen, o bien a que el camino nervioso que transporta dichas señales a través de la médula esté roto, normalmente por una lesión más arriba de la cuarta vértebra cervical.
La traducción inmediata es la parada respiratoria. Puede suceder por la pérdida de la regulación de los centros que gobiernan la respiración espontánea o automática, es decir los músculos de la respiración en la caja torácica y al diafragma; o bien debido a la pérdida del tono muscular en las vías respiratorias altas, como cavidad bucal, laringe o faringe (un ejemplo común al respecto es la caída de la lengua hacia atrás, obstruyendo la vía aérea).
En consecuencia, incluso aunque no haya lesión directa sobre el sistema cardiovascular, una lesión del sistema nervioso central lo puede dejar inutilizado. El fallo respiratorio, a su vez, deja sin alimento al cerebro, que puede empezar a sufrir daños irreversibles en menos de cinco minutos. En estos casos, si bien es posible restablecer la oxigenación mediante equipamiento de soporte vital, si esto no se produce rápidamente, el daño cerebral es tan grave que hace inviable la recuperación de cualquier tipo de consciencia. Es lo que a menudo llamamos muerte cerebral.
Los globos aerostáticos utilizan la inflamación de una forma mucho más agradable que en SIRS.
El SIRS es la consecuencia secundaria exagerada de un mecanismo de defensa de nuestro propio cuerpo. La definición médica, establecida en 1992 por asociaciones médicas internacionales, establece que un paciente sufre de SIRS si incurren en él por lo menos dos de las siguientes condiciones:
Fiebre superior a 38 º C o inferior a 36 º C.
Ritmo cardíaco superior a 90 latidos por minuto.
Ritmo respiratorio superior a 20 respiraciones por minuto, o una presión arterial de dióxido de carbono inferior a 32 mm Hg.
Recuento de glóbulos blancos anómalo (por defecto o por exceso), o bien están inmaduros.
El SIRS forma parte de una categoría más general de respuesta inmune conocida como tormenta de citosinas. Las citosinas son moléculas que actúan como reguladores hormonales del sistema inmune, indicando en qué lugar deben concentrarse las defensas del organismo. Una vez las defensas se encuentran en el lugar luchando contra el patógeno, estimulan la segregación de más citosinas, una especie de llamada de refuerzos.
Esto genera un bucle de retroalimentación (lo que solemos llamar en términos no tan técnicos “una merluza que se muerde la cola”), que normalmente el cuerpo es capaz de mantener bajo control. No obstante, en casos especialmente graves, esta reacción puede descontrolarse, dando lugar a una respuesta exagerada del sistema inmunológico, que se puede presentar de diversas formas. El SIRS es una de ellas.
Si bien la “I” de SIRS se refiere a inflamatoria, en realidad tiene componentes pro-inflamatorios como anti-inflamatorio. Probablemente el nombre proviene del concepto de sepsis, una condición producida por una severa infección que se caracteriza por la inflamación de todo el cuerpo. Un paciente con sepsis cumple los criterios del SIRS, según la definición que acabamos de dar. Pero no todos los casos de SIRS se deben a infección. En particular, el SIRS se puede deber al daño traumático característico en los accidentes de tráfico.
Si no se ataja la causa subyacente del SIRS, la respuesta exagerada del sistema inmune puede provocar daño generalizado en diversas partes de nuestro organismo, desencadenando un fallo multiorgánico. Y, en última instancia, el shock circulatorio.
Shock circulatorio
Supongo que sería más normativo llamarlo “choque”, sin embargo el anglicismo es tan prevalente que voy a darme el lujo de utilizarlo a diestro y siniestro. No confundir con el estado psicológico que solemos llamar “estado de shock”, el shock circulatorio es una condición de gravedad extrema que debe ser tratada en cuestión de segundos antes de convertirse en irreversible.
Dicho raso y corto, el shock circulatorio es lo que acaba llevando a nuestro organismo a la disfunción definitiva, la muerte. En este sentido, podemos decir que todo lo que hemos visto a lo largo de estos siete artículos son los preámbulos que hacen posible que se produzca el shock.
Debido a su importancia en el proceso del fenecimiento, más adelante en esta serie nos dedicaremos a estudiar muy en detalle la cadena de reacciones que se producen cuando un paciente entra en shock. Por el momento, en esta entrega de introducción a los procesos metabólicos daremos una primera idea intuitiva sobre cómo se llega a la situación de fallo de las células que provoca que entren en shock.
El shock se debe, principalmente, a la incapacidad del sistema circulatorio de hacer llegar a las células de nuestro cuerpo el oxígeno y nutrientes que necesitan para realizar sus funciones. En este sentido, para el correcto fundamental del sistema circulatorio son imprescindibles tres ingredientes; el fallo de cualquiera de ellos puede provocar el shock.
Primero, que el músculo cardíaco sea capaz de bombear la sangre. Si el corazón no funciona, la sangre no recorre nuestro cuerpo. La sangre estancada acabará rápidamente su suministro de oxígeno. Por lo tanto, es vital que la sangre recorra nuestro cuerpo, pasando periódicamente por los pulmones para renovar su oxígeno, y para ello es vital el correcto funcionamiento del miocardio.
Segundo, que el sistema circulatorio contenga suficiente sangre, unos cinco litros en condiciones normales. De nada sirve un corazón latiendo en vacío. Si el volumen de sangre en el organismo disminuye por debajo de lo imprescindible, una condición que recibe el nombre de hipovolemia, no podrá abastecer las células de nuestro cuerpo.
Tercero, que los pulmones puedan aportar oxígeno a la sangre. Si no se puede respirar, aunque la sangre fluya perfectamente no hay oxígeno que repartir.
En definitiva, el shock es el proceso metabólico que da a lugar al colapso del sistema de cada una de nuestras células, llevado finalmente a la muerte del organismo. Para entenderlo en todo detalle, en el próximo artículo describiremos el proceso de respiración celular, es decir, daremos respuesta a la pregunta de por qué necesitamos respirar para vivir…