San Luis (LaNoticia) 08-10-15. En la jornada de ayer continuó el debate para dilucidar la muerte de Ángel Flores a manos de Jonathan Peñaloza. Uno de los testigos se mostró muy reticente a declarar lo que vio “porque siento miedo”, según le confesó al tribunal y como tuvo algunas inconsistencias con otros relatos, habrá un careo para el martes venidero. Uno que vivió un verdadero papelón fue el forense Jorge Giboín.
Sergio Oviedo es el ciudadano que ayer se mostró poco cooperativo con la justicia para declarar lo que vio esa madrugada del 23 de noviembre de 2011, a punto tal que la fiscal de Cámara, Diana Bernal, debió leerle lo que había declarado en sede judicial en la etapa instructoria, para demostrarle que sabía mucho más de lo que estaba dispuesto a declarar ayer. Fue allí donde Oviedo confesó que tenía miedo, aunque no quedó muy en claro a qué, aunque se puede deducir que podría haber recibido amenazas.
Oviedo declaró que llegó a su casa luego de trabajar en una fábrica y que allí vio unos chicos tomando, que ingresó a su domicilio y al rato nomás “escuché un tropel” y que cuando salió a la calle vio a dos pibes peleando, en referencia a Flores y Peñaloza. Oviedo dijo que vio que Flores -a quien se refirió como el chico de remera blanca- arrojar varios ladrillos contra Peñaloza y que éste las esquivó; que Flores lo corría y que en un momento Peñaloza sacó una chuza muy grande con la que le tiraba chuzasos a Flores y que éste se levanta la remera en un momento y tenía sangre por todo el pecho. Oviedo negó que él hubiera llamado a alguien para ir a detener la pelea.
El tema de que Flores le tiró varios ladrillos y que él no llamó a nadie para ir hasta donde estaban peleando, fueron los motivos para que se pidiera un careo entre Oviedo y los testigos Enzo Herrera y Cristofer Olguín, quienes declararon en la primera audiencia.
En el caso de Herrera -panadero que estaba trabajando mientras ocurrieron los hechos-, había asegurado que Flores tenía un medio ladrillo en la mano, pero que fue él mismo quien se lo quitó para que no agrediera a Peñaloza; y además que cuando había ido a retirar el pan del horno y que cuando volvió a salir a la calle, vino un vecino (en referencia a Oviedo) y que le dijo que los amigos se estaban acuchillando en la esquina. En el caso de Olguín, dijo que Flores tenía una piedra en la mano (que se podría haber tratado de un medio ladrillo), pero nunca dijo que se lo tirara a Peñaloza, tal como lo afirma Oviedo.
El papelón de Giboín
El forense Giboín fue uno de los testigos de ayer, por haber realizado la autopsia a Flores y haber revisado a Peñaloza.
El papelón del forense llegó cuando leyó el informe y allí expuso que Flores presentaba 22 heridas punzocortantes en su brazo y que éstas habían sido autoinfringidas y no de defensa. Ante la consulta del particular damnificado, Rodolfo `Pocho´ Mercau, sobre cómo pudo Flores haberse autoinfringido 22 cortes, Giboín dando muestras de que estaba en medio de un papelón -que no significa hacer un gran papel-, sonriendo señaló que puede tratarse de un error de tipeo y que en realidad hayan sido dos las heridas. El hecho concreto es que nunca quedó en claro si fueron 22 o dos.
Respecto de las heridas que presentaba Peñaloza, y son las que determinarían si hubo o no un cruce de cuchillazos, Giboín señaló que presentaba dos importantes en sus manos, más precisamente en el sector palmario de los dedos índice y meñique, como si hubiera tomado un cuchillo del lado del filo para defenderse, pero el detalle que no cierra es por qué no existen las mismas heridas en los dedos anular y mayor, siendo que cuando alguien realiza la maniobra defensiva de tomar el cuchillo por el filo para evitar el puntazo, generalmente resultan heridos los cuatro dedos mencionados y no dos. Lamentablemente Giboín no se explayó sobre eso porque nadie hizo la pregunta.
En contexto
El 23 de noviembre de 2011, a las 06:30 de la mañana, tras una discusión, Jonathan Peñaloza apuñaló a Ángel Flores en la esquina de 25 de Mayo y Mendoza. A Flores lo atendió una dotación del SEMPRO pero a las 08:00 de la mañana de ese mismo día dejó de existir.
Carlos Rubén Capella
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