Aunque el Pontífice ha calificado de “modesta” su mediación entre Washington y La Habana, los cubanos le dan el crédito y agradecen que, al fin, haya un asomo de esperanza para terminar el bloqueo económico.
Por Katalina Vásquez Guzmán para Página/12 desde La Habana
Andamios y cascos habitan Quinta Avenida. Frente a las iglesias católicas que el gobierno prohíbe fotografiar en esta exclusiva zona de La Habana, los trabajadores engalanan aceras y fachadas a pocos días de la llegada del papa Francisco. Mientras tanto, en Plaza de la Revolución todo está casi listo. Las tarimas para eminencias, los coros y la prensa, y una más blanca y amarilla que usará el mismísimo Pontífice para oficiar su primera misa en Cuba, están de pie a la espera del cura argentino gracias al cual, en parte, ese país pudo restablecer relaciones diplomáticas con Estados Unidos recientemente.
Aunque Francisco ha calificado de “modesta” su mediación entre los dos pueblos de relaciones rotas desde hacía casi sesenta años, los cubanos le dan el crédito y agradecen que, al fin, haya un asomo de esperanza para terminar el bloqueo económico generado por los norteamericanos. “Ya queremos verlo; si lo lográramos, tocarlo, y si no se puede, pues bueno, recibir su bendición, orar junto a él y unidos como pueblo que ha sufrido tanto y sigue sufriendo (…) A él tenemos mucho que agradecer”, dice la abuela Rosario María, de ochenta años, quien luce orgullosa en la puerta de su casa un afiche azul y blanco con la foto de Francisco y la leyenda: “Bienvenido, Misionero de la Misericordia”.
Su nieta, quien lleva el mismo nombre, no se declara católica, pero eso no importa para acompañar a su familia y vecinos el 20 de septiembre a la gran eucaristía en Plaza de la Revolución. “Es importante que venga un Papa hasta para los que no vamos a la Iglesia, eso quiere decir que el mundo está mirando para acá”, dice la joven que ayudó a su abuela en la instalación del afiche en cuanto el párroco de la calle se los obsequió.
El aviso colorido se ve también en las calles del Centro Histórico, a la entrada de colegios, y en las paredes de algunos “paladares”, restaurantes de “cuentapropistas” que representan el pequeño porcentaje de cubanos que puede trabajar y recibir dineros y divisas. Los demás dependen como en todo régimen socialista de las distribuciones oficiales. Doña Rosario dice que, a su edad, no le incomoda nada de su país, pero que entiende que los jóvenes quieran y necesiten cambios. Para ellos, el Sumo Pontífice ofrecerá un saludo especial en el Centro Cultural Padre Félix Varela, donde también abundan los preparativos y expectativa por la llegada de Jorge Mario Bergoglio.
Para Arturo Kamerun, joven músico, es importante destacar que el catolicismo no es la religión principal en la capital, donde abundan las prácticas religiosas de los afros y también existen iglesias cristianas. “No lo vemos (al Papa) como el cura católico y ya; a decir nosotros los que saludamos a la diosa Yemayá cada vez que visitamos el mar, si no lo vemos como el hombre del pueblo, el tipo latinoamericano que representa la lucha de sectores de minorías, de gente que necesita ser escuchada”, explica Arturo de 29 años, quien espera estar en la capital para la visita del Pontífice porque, dice, quién sabe si después de abrir las relaciones con Estados Unidos y todo lo que viene, algo así se pueda repetir.
El día 20 de septiembre, el Papa ofrecerá la eucaristía en la Plaza de la Revolución, y, según dice el protocolo, una “visita de cortesía” al jefe del gobierno cubano Raúl Castro, y al Consejo de Ministros de la República en el Palacio de la Revolución. Luego partirá a las provincias. Esta es la tercera vez que un papa visita esta isla del Caribe. Ya lo hicieron Juan Pablo II en enero de 1998, y Benedicto XVI, en marzo del 2012.
Será allí, entre los rostros del Che, Camilo Cienfuegos y la estatua de José Martí, donde Francisco salude por primera vez al pueblo cubano y los miles de extranjeros que siguen llegando a la isla con la idea de cruzarse en dos semanas. Será ahí en Plaza de la Revolución donde se verá el esperado cara a cara entre argentinos: Jorge Mario y Ernesto Guevara. Desde ya, miles de fieles católicos se están trasladando a La Habana por su cuenta. Otros esperan los autobuses oficiales que los llevarán de Matanzas y Pinar del Río a presenciar la misa que podría reunir más de 400 mil personas. Para los invitados especiales se dispondrán 4 mil sillas, mientras la prensa de todo el mundo tendrá una tarima especial con cupo para 400 personas. Después de La Habana, el Papa seguirá hacia Holguín y Santiago de Cuba.
Algunos cubanos tienen también la expectativa de que la visita del Papa deje al descubierto sus diversas realidades, entre ellas, la de los presos políticos y la restricción a las libertades. Para algunos defensores de derechos humanos la visita de Francisco es, además de un encuentro espiritual para los católicos, una ocasión para hacer visible que, por ejemplo, la libertad de expresión es todavía difícil de ejercer en la isla.
El 22 de septiembre será el último día de la visita de Francisco a la isla. Oficiará una misa en el Santuario Nacional, para luego pasar a la catedral de Santiago de Cuba, y celebrar un encuentro con familias cubanas. Antes de despedirse de Cuba, Francisco bendecirá a Santiago de Cuba y partirá hacia Estados Unidos donde estará hasta el 27 de septiembre en Nueva York, Filadelfia y Washington.