La histórica confrontación entre Cuba y Estados Unidos, que comenzó al menos un siglo antes del triunfo de la revolución cubana, en 1959, se plasmará hoy en una serie de actos y gestos que rodearán la reapertura de la embajada de Washington en La Habana.
En los alrededores de donde estará la embajada estadounidenses en La Habana, desde hace varios días, ondean colgadas de los edificios banderas cubanas gigantes, como para contrarrestar la estadounidense, que hoy será izada por el secretario de Estado, John Kerry.
Cuando el periodista camina desde el centro de prensa ubicado en el fantástico hotel Nacional, al llegar al malecón -la célebre costanera habanera- se topa con una estatua de José Martí, con su eterno traje y un niño, blanco y descalzo, en brazos.
El prócer cubano señala, no casualmente, al edificio donde hasta el 20 de julio funcionó la Oficina de Intereses estadounidense y donde desde hoy funcionará formalmente la embajada, ubicado a unos 250 metros.
“Impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy y haré, es para eso”, dice la placa, que afirma que esta frase fue pronunciada por Martí horas antes de morir en combate.
Del otro lado de la base del monumento hay una frase de Simón Bolívar: “Los Estados Unidos, que parecen destinados por la providencia para plagar a la América de miseria a nombre de la libertad”.
Al final, la plaza donde está la estatua es rematada con un anfiteatro que a espaldas del escenario, frente a la fachada de la embajada, pone la que tal vez sea la consigna más emblemática de la revolución: «¡Patria o muerte, venceremos!».
Por si no fuera suficiente, en los cien metros que separan al escenario de la embajada se levanta desde 2006 el Monte de las Banderas, que tiene 138 mástiles en los que se supone que hoy ondearán otras tantas banderas “dignas ante los ojos del imperio, para recordarle desde hoy cada uno de los años de lucha del pueblo cubano” desde la declaración de la independencia, en 1868, según reza la correspondiente placa de bronce.
El espíritu político del acto de hoy está representado en estos 250 metros, también con las enormes banderas que ondean colgadas de los edificios art decó que rodean a la embajada, construida en la década de los 50, que rompe la armonía del lugar tanto por su estilo arquitectónico como por el hecho de que está emplazado en medio de la avenida del malecón, por delante de la línea de construcción.
El espíritu de la gente pasa por otro lado. La política de reformas que puso en marcha en los últimos cinco años el presidente Raúl Castro alentó esperanzas y abrió expectativas en el cubano medio, o en el habanero medio, para ser más exactos, que expresa sus críticas con una apertura que no era frecuente años atrás.
“Pues esperemos que con esto de Kerry se abra un poco la cosa, porque necesitamos que se termine el bloqueo de una vez», afirma Orlando Gómez, y detalla: «Tenemos la mejor medicina, pero no tenemos los medicamentos. Estamos rodeados de mar, pero no tenemos pescado, salvo a precios que no podríamos pagar. Si tú vas a los mercados encontrarás picadillo y perritos (salchichas) pero una sola opción, y si son malos, que lo son, es lo que hay”.
“No falta de comer, pero tienes oferta porque no hay competencia; eso es lo que nos hace falta, que no haya monopolio”, agrega Gómez, que maneja entre 15 y 20 horas por día un taxi que le alquila a una empresa mixta, “porque de otro modo no alcanza”.
Las comunicaciones son una necesidad, un reclamo de la gente y una preocupación para las autoridades. “Por la internet entra todo, lo bueno y lo malo, pero la tecnología requiere de mucho dinero en inversiones, porque nosotros aún tenemos la gran mayoría del cableado en cobre y la fibra óptica solo está en algunas calles del centro”, explica Retvi, un habanero que vive en el Vedado, a una cuadra de la mítica heladería Copelia.
Las palabras de Retvi se ratifican sobre la avenida 25, donde frente a los edificios que tienen wi-fi se concentran decenas de habaneros con sus celulares y tabletas para engancharse en la red.
Allí también están los que intentan hacer su negocio de subsistencia vendiendo chips telefónicos o cobrando por llamar desde sus celulares y resolviendo en minutos los problemas que en la oficina mixta que gestiona la telefonía demanda horas, paciencia y suerte.
“Mira, nosotros sabemos mucho de política porque es lo que nos han contado todo el tiempo desde la escuela, de pequeños, pero lo que necesitamos son hechos, cosas concretas, que tú puedas elegir lo que quieras y comprarlo; esto es lo que esperamos de este descongelamiento y hay mucha gente que está apostando a ello, que quiere abrir comercios”, cuenta Edwin.
“Ahora podríamos manejar dólares porque ya no es delito, lo cual ha sido una buena cosa de las reformas, porque antes te pillaban con un dólar y podías ir seis o siete años presos porque era considerado antirrevolucionario”, agrega.
Edwin maneja uno de esos clásicos automóviles de los años 50 -«con mecánica moderna, de la Toyota», dice- que se usan generalmente para taxis de los habitantes locales, que pagan con pesos cubanos y no con los CUC, la moneda convertible con el dólar que usan los turistas.