El ministro de Economía brasileño Paulo Guedes amenazó con implantar un dictadura si Luiz Inácio Lula da Silva insiste en denunciar a Jair Bolsonaro. «No se asusten si alguien pide el AI-5», declaró el funcionario en Washington donde ayer cenó con el embajador en funciones Néstor Forster y este martes se reunía con CEOs de empresas norteamericanas. El régimen militar impuesto en 1964 ingresó en su fase más represiva a partir del Acta Institucional Número 5 (AI-5), sancionada en 1968, cuando fue cerrado el Congreso, fueron proscriptos partidos políticos y abolido el derecho de Habeas Corpus.
Lula está «llevando al pueblo a las calles para romper todo, eso es algo estúpido, es una burrada, eso no está a la altura de nuestra tradición democrática», dijo Guedes. «Es una insanidad», machacó.
Antes de ser reclutado por Bolsonaro, Paulo Guedes, formado en la Universidad de Chicago, prestó servicios a la dictadura de Augusto Pinochet, período del cual se enorgullece.
Guedes recordó que el mes pasado Eduardo Bolsonaro, hijo del mandatario, reivindicó el AI-5 (declaración por la cual hoy se le inició un proceso en Diputados donde la oposición exige su desafuero). En rigor el diputado y comisario Eduardo insinuó que en la agenda del gobierno está contemplada alguna forma de autogolpe para perpetuar a su padre en el poder. Tema del cual que ya había hablado Carlos Bolsonaro, otro de los hijos presidenciales.
«Por la vía democrática Brasil no tendrá transformaciones con la velocidad necesaria”, tuiteó Carlos, indicado como el inspirador de las fake news verbalizadas por el mandatario.
En la mañana de este martes Lula no dejó pasar por alto la intimidación lanzada ayer a la noche por Paulo Guedes. «Vamos a dejar algo claro: si hay un partido identificado con la democracia en Brasil es el Partido de los Trabajadores. El PT nació luchando por la libertad y gobernó democráticamente», aseguró.
«No fuimos nosotros los que elegimos a un candidato que tiene ojerizas contra la democracia», devolvió el principal líder opositor que en los últimos quince días encabezó actos multitudinarios en el Gran San Pablo, Bahía y Pernambuco.
La ira de Bolsonaro
Jair Bolsonaro parece más alterado que de costumbre desde el 8 de noviembre cuando el jefe petista recuperó la libertad después de 580 días encarcelado en el marco de la causa Lava Jato. Errático, prometió no polemizar con su principal antagonista, pero luego dijo que podría desempolvar la Ley de Seguridad Nacional de la dictadura para devolverlo a la prisión.
Su estrategia es evitar el duelo directo con Lula, un polemista inteligente capaz de neutralizar su verborragia o desmentir las fake news en las que se apoya el discurso oficial.
El presidente prefiere que las amenazas contra Lula queden a cargo de sus hombres de confianza, como Guedes, que es uno de los «superministros» del gabinete junto al titular de Justicia Sergio Moro, el exjuez de Lava Jato.
Un periodista preguntó a Guedes en Washington si Bolsonaro le «tiene miedo a Lula». A lo que el ministro respondió que «él no le tiene nada de miedo a Lula». Y completó la frase diciendo » pero va a sancionar el excluyente de ilegalidad».
El «excluyente de ilegalidad» es un proyecto presentado ayer por Bolsonaro que busca la impunidad para los militares o policías que maten a manifestantes en actos políticos o a sospechosos en las favelas.
Guedes reconoció que en el gobierno no sólo tomó nota de los discursos de Lula contra la política económica regresiva y la necesidad de movilizarse contra ella, sino de la rebelión que ocurre en Chile, y la posibilidad de que sea emulada en Brasil.