Después de presenciar el veredicto del Tribunal Oral Federal, el 10 de abril pasado, en el segundo juicio por delitos de lesa humanidad, recordé el día miércoles 13 de noviembre de 2013.
Aquella tarde presté testimonio ante los jueces, los fiscales, los abogados querellantes y defensores de los acusados, parte de mi familia y los compañeros y amigos que siempre están.
Al finalizar, manifesté: “A un Tribunal constituido democráticamente constitucionalmente, le pido solamente Justicia. Nada de lo figure en algún papel, nada de lo que digan estos señores sobre mi familia, puede justificar la orfandad de mi hermana, la viudez prematura de mi otra hermana, los padecimientos de mis padres, y los siete años, un mes y trece días que le robaron a mi juventud. No tiene justificación política, justificación jurídica y mucho menos tiene justificación moral”.
Estas palabras que expresé antes de salir de la sala del Tribunal Oral Federal, sintetizaban de alguna manera el recorrido que durante más de una hora expuse ante los jueces de la democracia y luego también las respuestas a los interrogantes de las partes. Al comienzo no resulto fácil, comenzar a relatar el horror no es una tarea sencilla, pero de a poco la serenidad la otorga el sentirse frente a un tribunal de la Democracia. Se cae en la cuenta que se está en calidad de testigo del Estado Argentino, porque es el Estado Argentino -es decir, todos los ciudadanos de este país- el que acusa; y en calidad de testigo de la querella, la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, filial San Luis, que demuestra la perseverancia de la lucha de los organismos de DDHH durante larguísimos años.
Recordar los hechos acontecidos hace más de treinta años reabre heridas, empuja lágrimas, enfrenta a las pérdidas… hace recordar la calidad de solidaria que siempre tuvo mi familia, un hogar contenedor de los vecinos, de los amigos, de los compañeros.
Frente a los imputados manifesté el orgullo por mis padres, por su compromiso social, su militancia gremial… orgullo por nuestra militancia juvenil, junto a mi hermana y miles de jóvenes de una generación que con aciertos y errores, se comprometió profundamente.
Los largos minutos de la declaración reafirman el compromiso de hoy, porque para los sobrevivientes del Terrorismo de Estado es una obligación y un deber exponer los hechos. Y también es una necesidad, un derecho frente a la sociedad en su conjunto.
Recalqué: “Pido Justicia”… por la Democracia…
Por la memoria de mi cuñado, amigo y compañero Pedro Ledesma a cuya familia los hoy condenados no tuvieron ni tienen la dignidad de otorgarle la posibilidad del duelo.
Por la memoria de todos los seres que la Dictadura Cívico Militar -de la que estos condenados formaron parte- secuestró, torturó, violó, fusiló, desapareció… ellos también piden Justicia, ellos están presentes en cada uno de nosotros, porque los seres luminosos nunca mueren.
Por la memoria de mi Madre; ella nos dijo Hasta Siempre hace poco más de dos años, pero tuvo la serenidad y la valentía de los luchadores hasta el final.
Por la dignidad de mi Padre que, hoy a los ochenta y dos años, continúa valorando los proyectos colectivos. Y aun soportando la ausencia de su compañera de Vida, siente un inmenso orgullo. Al igual que ella pudo disfrutar de siete nietos, y en sus palabras: “…mis tres hijas son profesionales, formaron sus familias y siguen siendo Mujeres que se comprometen con la Justicia y la Solidaridad…”
Derecho a la Memoria, Deber con la Verdad… el antónimo de Olvido es Justicia.