San Luis (LaNoticia) 20-04-15. La semana pasada tuvo dos noticias judiciales importantes y ambas demuestran la perversidad del sistema judicial sanluiseño. Laura Godoy -caso Nelson Madaff- y la familia Sierra, condenados injustamente por la muerte de “Cusa” Morales; son unas de las tantas víctimas de ese poder judicial perverso. Pero ¿Qué pasa con los jueces que causaron todo este daño? ¿Hasta cuándo se seguirá arruinando la vida de los ciudadanos más desprotegidos sin que ningún `arruinador´ pague por el perjuicio causado? ¿Quiénes son los únicos `dueños´ del banquillo de los acusados? Pero, en esta historia, además de jueces hay policías (ir)responsables que tampoco son juzgados por sus pésimas investigaciones.
Laura Godoy, su madre, Nelson Madaff y por lo menos una persona más, vieron cambiar sus vidas de un día para el otro por el `asesinato´ de Claudia Díaz allá por los finales de los ´80, comienzo de los ´90. Ponemos entre comillas la palabra “asesinato”, porque Claudia Díaz jamás fue asesinada, simplemente la piba fugó de su hogar por los maltratos recibidos por su padre y se refugió en Caucete, San Juan, donde también recibió maltratos por parte de su pareja, mucho mayor que ella. Díaz `apareció´ con vida 10 años después del comienzo del vía crucis que vivieron Madaff y compañía. Y como si fuera poco, todos ellos sufrieron una brutal y cobarde tortura por parte de efectivos policiales, para `confesar´ lo que jamás pasó. A tal punto llegaron las torturas que, Madaff, contrajo el virus del HIV sida.
No hay dudas de que éste fue un caso aberrante, pero lo más aberrante es que ninguno de los policías torturadores ni el juez Ochoa -quien llegó a golpear a Madaff en un interrogatorio- fueron investigados y mucho menos juzgados por tanta barbarie. Como si esto fuera poco, las indemnizaciones compensatorias son más que vergonzosas. A Madaff, principal víctima, se le pagó algo más de $ 300.000; a Godoy se le está por pagar, recién por estos días, cerca de “$ 16.000”; a su madre cerca de “$ 30.000”, según dijo Godoy en una entrevista concedida al programa radial La Mañana a Capella, que se emite por Radio Municipal, 87.9 MHz. Estas cifras parecen salidas de un film de Carlitos Chaplin.
Todas las víctimas de este caso vieron sus vidas totalmente arruinadas para siempre, pero ¿Qué pasó con el juez Néstor Alfredo Ochoa, `dueño´ absoluto de toda esta maldad? Nada, por el contrario, lo `beneficiaron´ con una excelente jubilación. ¿Juicio Político? ¿Juicio Penal? Nada de eso, como señalaremos más adelante, hay dos clases de ciudadanos en San Luis y los magistrados del Poder Judicial `pertenecen´ al más privilegiado, al menos eso se empeña en demostrar la realidad, no el periodismo.
Caso Sierra
Quien no la pasó mejor, fue la familia Sierra. Mario Sierra, su hijo Javier y su esposa Susana Ramos, fueron acusados del asesinato de “Cusa” Morales en Santa Rosa del Valle del Conlara y posteriormente condenados por la Cámara del Crimen de Concarán. La familia Sierra cumplió prisión entre dos y seis años -porque Mario fue absuelto en el juicio oral y público y salió antes de la prisión-. El Superior Tribunal de Justicia de San Luis resolvió la queja presentada por el abogado de los Sierra, absolviendo a Ramos y su hijo Javier Sierra; y puso las cosas en su lugar, porque los fundamentos que presentó en su voto condenatorio la camarista Sandra Piguillen se basaron en tantos potenciales -habría, sería, habría sido- que tornó la sentencia en vergonzosa y hasta perversa, más digna de un guion cinematográfico que de un fallo judicial donde se deben presentar pruebas concretas e irrefutables. Pero la gran pregunta acá sería ¿Quién juzga a estos jueces o camaristas que le arruinaron la vida a una familia entera? ¿O es que pertenecen a la clases privilegiada que nunca se `sienta´ en el banquillo de los acusados?
Otros casos
La (in)Justicia de San Luis está plagada de casos irresueltos o mal resueltos como los dos que marcamos al comienzo de esta nota. Y en todos hay un denominador común: la falta de compromiso de los jueces de primera instancia en investigar cada caso como corresponde. Casos de niños muertos en hechos de tránsito o mala praxis, donde no hubo justicia porque el juez que debió investigar los hechos, lo hizo pésimamente mal o sin compromiso, como si se tratara de una película de Hollywood y no de la vida real. Otros que fueron juzgados, con condenados, sin la más mínima prueba concreta e irrefutable, o lo que es peor, con prueba falsa, rebuscada e inventada; que los jueces `compran´ sin más, como expresando: `y, a alguien hay que condenar´. Casos ocurridos hace muchos años que, a la fecha, siguen en los Juzgados de primera instancia como si se trataran de libros que algún día van a leer.
Análisis final
Como lo expresamos párrafos arriba, la realidad se empecina en demostrar que en San Luis existen dos clases de ciudadanos: los de Primera, y los otros. Los que son sentados en el banquillo de acusados aún sin pruebas o con pruebas evidentemente manipuladas; y los que jamás serán sentados en ese lugar, por más que le hayan arruinado la vida a los de la `otra clase´.
Dice un conocido abogado de San Luis -y lo viene diciendo desde hace varios años- que “las causas judiciales (penales) se cocinan en las Comisarías”, señalando con obviedad que los jueces `compran´ lo que la policía les `venden´. Es decir que si la policía manipula la prueba de una causa, el juez de primera instancia `compra´ y juzga, sin importar si está juzgando a un inocente. Paralelizando una triste vieja frase de nuestra sociedad, podríamos decir que los jueces locales podrían llegar a pensar “si la policía me los trae, es porque algo habrán hecho”.
Y acá juegan un rol importantísimo los abogados, sobre todo los penalistas, que se `quejan´ en los medios de prensa por tal o cual arbitrariedad de tal o cual juez en tal o cual causa; pero casi nunca juntan las pruebas de esas arbitrariedades para llevar al juez ante el Jurado de Enjuiciamiento. Es como que no se animaran a ir contra los jueces, tal vez porque tienen otras causas y no quisieran ser víctimas de una `revancha´ por parte del juez en cuestión.
Tal es el caso de la familia Sierra, donde con pruebas irrefutables y ahora más apoyadas con el fallo del Superior Tribunal de Justicia, hasta la fecha y han pasado varios años, Hugo Scarso -abogado de la familia Sierra- no ha denunciado ante el Jurado de Enjuiciamiento a Sandra Piguillen y el otro camarista que votó en coincidencia con su colega. En este punto vale aclarar que, de los tres camaristas que juzgaron a los Sierra, uno votó en disidencia.
Los políticos, de todas las fuerzas, también tienen responsabilidad, porque todos nos hablan de sus proyectos, de lo que van a hacer si ganan las elecciones, pero nunca incluyen en su agenda de promesas, aportar algo, lo que sea, para poder solucionar esta gran deuda del Poder Judicial con sus justiciables.
También nosotros, como sociedad, somos grandes responsables de esta (in)Justicia. Tal vez porque nos apoyamos demasiado en aquella triste frase “algo habrán hecho” en lugar de informarnos y ser parte activa de la protesta ante las injusticias, porque no debemos dejar de ver que somos parte de esa `otra clase´ en San Luis y en cualquier momento nos puede tocar a nosotros. No nos engañemos, no estamos exentos de estos atropellos de la `clase judicial´ intocable.
Como para reflexionar, dejamos el famoso poema del pastor luterano alemán y antinazi, Friedrich Gustav Emil Martin Niemöller, que muchos atribuyen al dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht. Sin importar, en este caso, a quién pertenece, lo bueno es que está y es tan apegado a nuestra realidad judicial, como cuando se lo escribió:
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
Carlos Rubén Capella
lanoticiaensl@gmail.com