Casi la mitad de la población, 49 por ciento, dice que tuvo que reducir las porciones de comida durante 2018. Hace un año, los que hablaban de reducción de porciones eran el 34 por ciento de los consultados. En este diciembre, también casi la mitad de la población (44 por ciento) afirma que teme perder su trabajo, cuando hace un año los que tenían ese temor eran el 30 por ciento. Nada menos que seis de cada diez personas dicen hoy que su situación es peor o mucho peor que hace un año. Pero si uno evalúa el segundo cordón del Gran Buenos Aires, los datos son dramáticos: más de un 40 por ciento dijo que pasó hambre en algún momento de 2018 por falta de dinero para comprar alimentos. Y en esas zonas, casi el 60 por ciento dice que teme perder su trabajo en los próximos meses, algo que tiene que ver con el derrumbe, por ejemplo, de la construcción, la obra pública y la crisis de industrias como el calzado y textiles por la baja del consumo y las importaciones. Estos son sólo algunos ejemplos de la debacle social percibida por el Monitor de Clima Social (MCS) que por octava vez mide el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM). “Esta es la consecuencia de un plan económico en el que sólo ganan el sector financiero, la soja, la minería y las empresas de servicios públicos con los tarifazos”, analiza Matías Barroetaveña, responsable del estudio.
El CEM es un centro de estudios interuniversitario fruto del acuerdo entre la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), la Universidad Nacional de Hurlingham y la Universidad Nacional Arturo Jauretche, con sede en Florencio Varela. El CEM relevó este mes el octavo Monitor de Clima Social. En total se consultó a 1.293 personas a través de entrevistas telefónicas en Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. El Monitor analiza tres índices: de seguridad laboral, económica y social. Cada uno se elabora a partir de una serie de preguntas. Por ejemplo: ¿tiene miedo de perder su trabajo? ¿perdió usted o alguien que vive en su hogar el trabajo durante el último año? ¿cómo está su situación laboral comparado con un año atrás? ¿tuvo que reducir las porciones de comida durante el último año? ¿ha limitado usted la compra de productos? ¿alguien de su familia pasó hambre en algún momento durante el último año?
Laboral
El índice de seguridad laboral bajó de los 55 puntos a fin de 2017 a 46 a fin de este año. O sea hay mucha menos seguridad laboral este año que a fines del año pasado. Es producto del empeoramiento en las respuestas a varias preguntas que tienen que ver con la situación de las personas en el trabajo. Es público y notorio la caída del empleo y cualquier trabajador ve que su empresa factura menos, que los servicios pusieron a las pymes contra las cuerdas y que el financiamiento es directamente imposible.
El resultado es obvio:
A fin de 2017, el treinta por ciento decía que era muy o algo probable que perdiera el trabajo en los siguientes meses. Ese porcentaje subió ahora, a fines de 2018, al 44 por ciento.
Cuando se le preguntó a los entrevistados cómo está su situación laboral comparada con un año atrás, en 2017 el 34 por ciento dijo que peor o mucho peor, mientras que en este diciembre los que dicen que las cosas en el trabajo están peor o mucho peor que hace un año suman el 51 por ciento.
Hace un año, el 48 por ciento afirmaba que el sueldo no le alcanzaba y tenía dificultades, incluso grandes dificultades. Ese porcentaje subió ahora al 63 por ciento.
Hace un año, del total de encuestados, un 33 por ciento contestó que alguien de su hogar perdió el trabajo durante 2017. En este diciembre, un 46 por ciento sostuvo que en su hogar hubo alguien perdió el trabajo durante 2018.
Como se ve, el deterioro está en sintonía con todas las estadísticas, incluso las oficiales del Indec, sobre la caída en puestos de trabajo, cierre de empresas y baja de la producción.
Economía
De movida, el año pasado evaluaban que la economía estaba mal o muy mal un 37 por ciento de los consultados. Pero en este diciembre estamos ante una mayoría abrumadora: nada menos que el 65 por ciento dice que la economía esta mal o muy mal. Pero, además, no se trata de un tema teórico, de una visión global, sino que las preguntas demuestran que las consecuencias son tremendas dentro del hogar:
El 68 por ciento de las personas afirman que tuvieron que limitar los productos que compran.
Y, tal vez lo más dramático, este año ya hay un 49 por ciento de encuestados que sostienen que disminuyeron las porciones de comida porque no había suficiente dinero en el hogar. Cuando se hizo esa misma pregunta hace un año, los que dijeron que redujeron porciones fueron el 34 por ciento. Hay un aumento brutal de los que están comiendo menos que hace doce meses.
Cuando se le pidió al encuestado que compare su situación económica personal con la que tenía un año atrás, el 35 por ciento dijo que estaba peor y otro 25 por ciento contestó que mucho peor. O sea que hay un 60 por ciento, seis de cada diez personas, que empeoró en 2018.
Conurbano
Los porcentajes son un promedio entre la mucho mejor posicionada socialmente Ciudad de Buenos Aires y el postergado conurbano bonaerense. Los números son dramáticos en el gran Buenos Aires, especialmente en el segundo cordón de la zona sur, es decir en Quilmes, Florencio Varela, Berazategui y zonas aledañas. También pasa lo mismo en el segundo cordón de zona norte -José C Paz y Malvinas Argentinas- y el segundo cordón de zona Oeste, Moreno y zonas de La Matanza.
Allí, por ejemplo, el 58 por ciento redujo las porciones de comida durante el último año. Incluso esa situación es aún peor en lugares del segundo cordón de la zona norte, como José C. Paz o Malvinas Argentinas, donde el porcentaje que redujo porciones de comida trepa al 61 por ciento en este diciembre.
Aún más grave es el panorama cuando se pregunta si alguien de la familia pasó hambre durante 2018. Los porcentajes impresionan y se condicen con los datos sobre indigencia conocidos la semana que acaba de terminar. En el segundo cordón del norte del Gran Buenos Aires hubo un 46 por ciento de encuestados que contestaron que alguien de su familia pasó hambre por falta de dinero en la familia para comprar alimentos. En el segundo cordón de la zona Oeste estuvieron en una situación similar el 43 por ciento.
Como es obvio, también el peligro de pérdida de trabajo es mayor en el conurbano, sobre todo porque buena parte de los consultados trabajan en forma informal donde las convulsiones impactan más. La brutal caída en la construcción, por ejemplo, pega de lleno en esas zonas. En el segundo cordón, cerca del 60 por ciento dice que teme perder el trabajo en los próximos meses.
“Es necesario que el Estado dinamice la economía movilizando el mercado interno –concluye Barroetaveña–. Obra pública, restricciones a las importaciones, mejora de ingresos y crédito a tasas razonables son el único camino para salir de esta economía especulativa y poner producción y trabajo en el centro de las políticas. De seguir por este camino la pobreza seguirá creciendo y se acentuará la desigualdad”.