Tras las críticas de la oposición, que le reclamó la reformulación del Presupuesto 2019, enviado al Congreso por el Poder Ejecutivo antes de la firma del segundo acuerdo con el FMI, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, quien no pudo justificar las previsiones contenidas en él y se limitó a hacer una defensa genérica de la propuesta, destacó la “coherencia” de la iniciativa oficial y se negó a rehacerla.
Los legisladores del Frente para la Victoria recibieron al ministro coordinador con carteles que pedían «rehacer» el Presupuesto, ante lo que consideran la «inconsistencia» en las estimaciones de ingresos y egresos.
«Ratificamos el presupuesto enviado. Creemos que tiene coherencia, los valores correctos para poder encarar este camino hacia el equilibrio fiscal que necesitamos como país. Nos va a permitir reducir nuestra vulnerabilidad de financiamiento externo», fundamentó el funcionario, quien destacó las «medidas adoptadas para ordenar la economía» y consideró que la prioridad del gobierno es el «cuidado social y la profundización del federalismo».
Para el exministro de Economía, Axel Kicillof, en cambio, de acuerdo con las propias estimaciones oficiales, el Gobierno finalizará su mandato con «un saldo de gestión malísimo»: con una inflación del 333 por ciento, una depreciación del peso del orden del 217 por ciento, una caída del PBI per capita de 6 puntos, y una deuda que será equivalente «como mínimo, al 100 por ciento del PBI».
Kicillof, el más vehemente de los legisladores que enfrentaron a Peña, agregó que el proyecto oficial «nació muerto y es un dibujo».
Al responder las consultas de los diputados del bloque Justicialista, el ministro defendió la política sobre tarifas energéticas, que genera reajustes periódicos. “