La preservación de la intimidad está fuera de toda discusión en cualquier episodio que no perjudique a los demás. No hace falta que aparezca un violador serial de la intimidad de los puntanos a enseñarnos lo que ya aprendimos de la propia naturaleza. Sin embargo, el “secuestrado” ex gobernador hasta ese atrevimiento se tomó en los últimos días. Actuó con atrevimiento y desmemoria de sus propios actos. Aquello que se dice, de alegar su propia torpeza.
La intimidad de la entonces ministra quedó por el piso, sin que nadie se lo pidiera, en el mismo momento en que encendió su celular para contarle a sus amigos del grupo lo “re drogada” que estaba, del mismo modo que Sarmiento reconocía sin que nadie se lo pidiera, su predilección por las orgías cuando rendía cuentas de sus gastos por el exterior.
Mientras todo ocurre y el tiempo de su gestión se diluye, la única política cierta que pone en marcha el actual gobernador de Saán Luis es la de proteger los actos de las personas que, con la responsabilidad pública que tienen, no la asumen por iniciativa propia. El padre es padre frente a sus hijos, el abuelo es abuelo frente a sus nietos, el tío es tío frente a sus sobrinos y el gobernador debe ser gobernador ante su pueblo: el que lo votó y el que no lo votó ni votaría jamás, entre los cuales me incluyo, por si queda alguna duda.
Pero en lugar de actuar para lo que fue elegido, en semejante crisis moral que tiene su gestión y varios de sus funcionarios, su mejor opción es esconder la basura debajo de la alfombra y echar a rodar la bola de la sospecha sobre los carteros. Decisión errada, pues el tema en discusión es la conducta que su funcionaria se encargó de desparramar en el éter y no las consecuencias que ella generó.
El mismo presuntuoso libertario, es el que defiende las libertades de la intimidad y de las decisiones unipersonales para que no afecten a los demás, pero simultáneamente ataca sin límites la libertad de expresión.
El mismo gobernador que gobierna para sus hijos, nietos y sobrinos y no para quienes tenemos la suerte de no serlo, comete tropelías de tanta envergadura que lo llevan, una vez más al campo del ridículo. “Natalia sería la envidia de Sarmiento”, dijo, quizás porque el sanjuanino no revelaba sus consumos, sino solo los gastos de sus orgías.
Pocas veces la historia es tan unívoca, como con Sarmiento y sus orgías. El padre del aula podía entregarse a las fiestas sexuales todo el tiempo que fuera su deseo y a su fin, borracho y a los tumbos, cuentan los historiadores, se cruzaba con algunos estudiantes que iban rumbo a sus aulas. Al menos, el nuevo escándalo de Sáan Luis nos hizo evitar semejante cuadro en estos tiempos de desenfreno y descontrol, en los que al fin y al cabo, la única protegida es nuestra madre del aula, Natalia inmortal.