El oscurantismo medieval de la Iglesia Católica salió a la cancha contra nuestro derecho al aborto. La casta política gobernante acusó recibo de la demanda por la que han luchado y luchan millones de mujeres a lo largo de la historia y en la actualidad, apostando al juego oportunista del “progresismo”. Y la insoslayable necesidad de que solamente confiemos en nuestras propias fuerzas para ganar la gran final del 8 de agosto.
Durante la primera etapa del debate sobre el aborto, sorprendió que la Iglesia Católica mantuviera un discurso moderado y que no obligara a estudiantes de escuelas confesionales a movilizarse contra su legalización, junto a las carrozas que arrastraban bizarros y gigantescos fetos de utilería. Pero, no logrando reunir más que algunos cientos de personas en sus caravanas por la “vida” y no esperando la media sanción del proyecto de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, el diálogo civilizado del Vaticano y el Episcopado argentino terminaron por acabarse en todos los ámbitos.
Seguramente que el Papa Bergoglio -como Macri y un sector de “Cambiemos” y el PJ- esperaban que el aborto legal no prosperara en la Cámara de Diputados de la Nación. Claramente, su esperanza era que la maniobra cambiemita rindiera sus esperados beneficios para la alicaída imagen presidencial, dejara en off side (fuera de lugar) a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner quien no supo tener la misma “osadía democrática” en su oportunidad siendo -precisamente- mujer, y por último, dividiera a la oposición y quedara en la nada. Sin embargo, resulta que, entre gallos y medianoche, se coló una enorme marea verde que se propuso conseguir la media sanción a pura movilización, obligando al Congreso Nacional a votar en favor de su derecho.
Fue, entonces, que el gobierno nacional, el peronismo y la propia Iglesia Católica quedaron pateando en el aire. Pero, acusaron recibo del golpe y, ahora, se preparan mejor para la próxima batalla en el Senado Nacional. Si la vez pasada tuvimos que aguardar a la intemperie por un resultado incierto de parte de los diputados nacionales, el próximo 8 de agosto será una jornada agónica y mucho más electrizante que la misma final de la última Copa del Mundo. Si aquellos cambiaron de táctica y se preparan para derrotarnos, nosotras tenemos que redoblar nuestros esfuerzos para vencerlos, otra vez.
¿Cómo y a qué juega la Iglesia Católica?
Bergoglio advirtió el “peligro” del aborto legal, rápidamente. Por eso, apenas salió la media sanción, el “Papa bueno de todos los argentinos” tildó de “nazis” a quienes defendemos la legalización del aborto. Rarísima metáfora la que utiliza el jefe de la milenaria institución que acompañó el genocidio de los pueblos originarios de América, que bendijo las armas del nazismo en la II Guerra Mundial, y que apoyó a las dictaduras cívico-militares (genocidas) de Argentina.
Por su parte, médicos católicos vienen impulsando la campaña “#NoCuentenConmigo”, advirtiendo con total impunidad que no acatarán la ley del aborto en caso de promulgarse. También, estudiantes de diversos establecimientos educativos (principalmente, privados y confesionales) están siendo sancionadas por usar el pañuelo verde del aborto legal. Se está haciendo moneda corriente que grupos autodenominados “pro-vida” (todos auspiciados y solventados por la Santa Sede) amenacen, golpeen, insulten y ataquen en la vía pública a jóvenes que portan los pañuelos a favor del derecho al aborto. Y, como en la película “The Wall”, niñas y niños de un colegio católico de Santiago del Estero, fueron obligados a desfilar a paso militar, con los pañuelos celestes en sus cuellos, pañuelos estos que llevan la consigna eclesiástica (por cierto, falaz) de “salvemos las dos vidas”.
Sin ir más lejos, en la Provincia de San Luis, gobernada por Alberto Rodríguez Saá (conocido Señor Feudal que cuando le conviene se viste de “progre”) existe un vínculo extremadamente estrecho entre el Estado Provincial y la Iglesia. Por ello, se está viendo cómo Adolfo Rodríguez Saá -junto al resto de los legisladores nacionales del peronismo puntano- y Claudio Poggi hacen lobby político y clerical en los pasillos del Congreso de la Nación en contra del aborto legal; se vio al Señor Gobernador anunciando 11 millones de pesos a favor del obispado local; y se permitió de forma inconstitucional que algunas localidades del interior de la provincia -como San Francisco del Monte de Oro y Quines- se declararen pueblos “pro-vida”, prohibiendo ilegalmente el uso, la distribución, difusión y/o promoción de anticonceptivos de emergencia e impulsando la increíble construcción de cementerios municipales para todos los embriones que no nazcan producto de los abortos.
Con todo esto, claramente la “dirigencia” y la “militancia clerical” no están jugando con todos los jugadores, no salen con 11 a la cancha y/o están jugando a las bochas en una cancha de fútbol.
¿Confiamos en Alberto Rodríguez Saá, en los senadores nacionales o en nuestras propias fuerzas?
Nos quieren esclavas. Nos quieren sumisas, controladas por sus dogmas, sin derechos ni autonomía. Necesitan propinarnos una derrota que sirva para que aprendamos a no rebelarnos contra los mandatos, contra la autoridad. Una derrota que nos haga perder la esperanza de que podemos enfrentar los agravios, las humillaciones y los ataques.
Desde “Pan y Rosas” (la agrupación de mujeres del “Partido de Trabajadores por el Socialismo” / “Frente de Izquierda y los Trabajadores” – PTS/FIT) decimos que las masas femeninas que hoy se levantan por el derecho al aborto, estamos llamadas también a jugar un papel crucial en la lucha por impedir un nuevo saqueo de los gobiernos, los empresarios y el “Fondo Monetario Internacional” (FMI). Somos la mitad de la clase trabajadora, somos la mayoría entre los más explotados, somos la mayoría entre los más agraviados, empobrecidos y oprimidos. Si queremos transformar la vida miserable a la que nos condena el sistema capitalista patriarcal, solamente tenemos que aprender a mirarla a través de nuestros propios ojos.
Por todo eso, el próximo 8 de agosto no podemos permitir que nos dobleguen. La derrota del oscurantismo medieval de la Iglesia y todos sus personeros políticos será el fortalecimiento de nuestra lucha. Tenemos que prepararnos para vencerlos nuevamente.
Las mujeres de “Pan y Rosas” proponemos que nos organicemos en cada lugar de trabajo y en cada lugar de estudio para dar las batallas concretas contra los ataques del gobierno y de los capitalistas, contra la burocracia sindical y estudiantil que pretende enchalecar nuestras fuerzas, y contra las corrientes políticas que dicen que nuestra fuerza hay que entregársela a algún candidato o candidata que sabrá votar a favor en el Senado Nacional y/o conducir nuestros destinos en las próximas elecciones.
Tenemos que llegar al #8A como una fuerza invencible. Nuestros derechos no caen del cielo ni dependen del oportunismo político de personajes como Alberto Rodríguez Saá o de sus funcionarias y funcionarios que posan hipócritamente con nuestros pañuelos verdes. Nuestras reivindicaciones las conquistaremos con nuestra propia voluntad y disposición. Así lo ha demostrado y lo demuestra nuestra misma historia.
Por Johana Gómez – Referente provincial del PTS – Frente de Izquierda