San Luis (LaNoticia) 06-04-15. La fábrica de electrodomésticos Whirpool cerró las puertas de su fábrica en San Luis un 2 de enero de 2003. Hoy, después de 12 años, “Mabe está cerrando un acuerdo con el gobierno nacional y el de San Luis para retomar la producción en esa provincia de las heladeras Whirpool”, según informó el matutino porteño Página 12. La reapertura daría a la provincia 200 puestos de trabajo.
Página 12 dio la información el sábado pasado, mediante una nota firmada por David Cufré, la cual publicamos en parte a continuación. Para leer la nota completa haga clic acá.
El 2 de enero de 2003, la fábrica de electrodomésticos Whirpool anunciaba el cierre de su planta en San Luis y el traslado de la producción a Brasil a causa de la estrepitosa caída de las ventas y el aumento de costos de los insumos, tras la devaluación del año anterior. La decisión terminaría dejando sin empleo a 200 operarios, cuya preocupación estaba muy lejos del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias. Las fábricas de aparatos de uso doméstico achicaron su plantel a un piso de 8.455 trabajadores aquel año. La apertura comercial de los ´90, el atraso cambiario de la convertibilidad, el menguado poder de compra interno por la destrucción del empleo y el salario, entre los principales factores, causaron estragos en la mayoría de los sectores industriales en aquella etapa. Por estos días, la empresa mexicana Mabe está cerrando un acuerdo con el gobierno nacional y el de San Luis para retomar la producción en esa provincia de las heladeras Whirpool, para lo cual proyecta incorporar otra vez a 200 trabajadores. El sector de aparatos de uso doméstico elevó su plantilla a 17.011 operarios en 2014, más del doble que en 2003, según datos oficiales recopilados por el Centro de Estudios para la Producción (CEP) del Ministerio de Industria.
Así como el proceso de destrucción del aparato productivo en la Argentina encuentra razones claras, el resurgimiento está asociado a un conjunto de políticas macroeconómicas y sectoriales precisas. Una de ellas, que ocupa un lugar relevante desde 2009, es la administración del comercio. Es decir, el resguardo de los fabricantes locales de la competencia externa cuando ésta se da de manera desleal o desproporcionada. Entre 2003 y 2007, el comercio internacional registró niveles de crecimiento en torno del 8 por ciento anual. En 2008, a partir de la crisis estadounidense por las hipotecas subprime, el intercambio global sufrió una primera caída del 3 por ciento, que se amplificó a un inédito 11 por ciento al año siguiente. Las principales potencias industriales, arraigadas y emergentes, dispusieron entonces de enormes stocks que intentaron desparramar a lo largo y ancho del mundo, apuntando en particular hacia los países que todavía seguían en una fase expansiva del ciclo económico, como la Argentina.
La respuesta del Gobierno fue a contramano de la recomendación generalizada del FMI de que los países debían aceptar pasivamente un aumento de las importaciones para no profundizar la recesión mundial. En lugar de ello, extendió el uso de las licencias no automáticas de importación y luego reemplazó ese instrumento por las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI). Al día de hoy, la puja por esas medidas de protección industrial se desarrolla con marcada intensidad. Los principales contendientes externos son Estados Unidos, Europa y Japón, que lograron un fallo favorable de la Organización Mundial de Comercio (OMC) –otra de las instituciones globales permeables a los intereses de las grandes potencias, como el propio FMI– para que el país desmonte aquella disposición. La presión se hace sentir a nivel interno por los sectores importadores y algunos industriales que cuestionan la orientación de fondo de la política económica o la aplicación “arbitraria” de algunos instrumentos, según el caso.
En tiempos de campaña electoral, esos poderosos actores hacen llegar su reclamo a los distintos partidos y candidatos. Datos de producción, empleo e importaciones de los últimos veinte años pueden ayudar al análisis.
En 1992, apenas comenzada la convertibilidad, la Argentina producía 553 mil heladeras e importaba 145 mil. En 2001, cuando estalló la creación de Domingo Cavallo, la producción había caído a 63 mil unidades –el sector se achicó a solo un 11,4 por ciento de su nivel de nueve años antes– y las importaciones habían trepado a 289 mil –un 99,3 por ciento de aumento–. La información estadística del CEP no registra datos de empleo en 1992. Los primeros números aparecen en 1996, cuando la producción ya había descendido más de 30 por ciento. El rubro aparatos de uso doméstico, que además de heladeras engloba a freezers, lavarropas y secarropas, ocupaba entonces a 12.387 personas de manera formal. En 2001 quedaban 9.571. En 2014, la producción llegó a 840 mil heladeras, contra 51 mil importadas. El empleo en el sector aparatos de uso doméstico subió a 17.011.
Carlos Rubén Capella
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