El espectáculo circense de La Pedrera, solventado con los aportes de todos los sanluiseños, poco aportará a las alocadas ambiciones de la dinastía Rodríguez Saá.
Sabido es que cuando el peronismo no gobierna, casi por mandato divino, el ejercicio del poder se traslada a los sindicatos. Ocurrió siempre: con Perón en el exilio; con Alfonsín presidente; con De la Rúa en la Casa Rosada, que no fue lo mismo que ser presidente, pero el fenómeno ahora no se repite con el empresariado a cargo del gobierno.
El poder peronista, que nunca fue como para desconocer, pasa por los gobernadores y siguiendo la clásica línea verticalista que ha hecho bien y ha hecho mal a lo largo de la historia, se traslada a los legisladores nacionales, sobre todo a los senadores, quienes institucionalmente son los representantes de los Estados provinciales. También a los diputados que, como en San Luis, salvo una excepción opositora, no son más que portavoces de los hermanos del poder.
La Pedrera es un espacio público, como lo es un hospital o las sedes del Poder Judicial en distintos lugares de la provincia. A nadie podría en su sano juicio, ocurrírsele hacer una acto partidario, choripanes incluidos, en el salón Blanco del Palacio de Justicia o en los jardines de un hospital público. Sin embargo, los hermanos del poder (los dos, aunque uno se haga el disimulado) eligieron al fastuoso predio, para agasajar con dineros públicos a sus amigos en el complejo que hace poco tiempo, oficialmente, nos costó dos mil millones y que no da pie con bola respecto de su funcionamiento.
Es decir que estamos frente a una prueba más de la existencia del régimen patrimonialista de la familia dominante en San Luis. Ese régimen, que con la claridad conceptual que le es propia, la Dra. Gloria Trocello define como la confusión entre el patrimonio del Estado, el patrimonio familiar y los intereses del partido de gobierno. O sea que para los Rodríguez Saá es lo mismo el presupuesto provincial que el dinero mal habido que poseen y que las arcas del partido Justicialista.
Ahora les quedó chica la sala Berta Vidal de Battini, y hasta hubiera sido incómodo para los comensales el humo de los choripanes, por eso acudieron a la pobre Pedrera, de la que tanto hablan y tan poco, o nada, sacan como frutos.
No obtienen frutos materiales porque no es rentable. Al contrario, las pérdidas son millonarias. Tampoco obtienen frutos políticos porque los gobernadores peronistas, aunque no conozcan La Pedrera, conocen a los Rodríguez Saá, que son los mismos que se quisieron burlar de sus pares e intentaron quedarse dos años en la Rosada, cuando solo tenían mandato por tres meses y que por eso duraron nada más que tres días hábiles.
Trajeron Presidentes de nuestra Latinoamérica a la inauguración del monumento de Las Chacras, porque la Argentina, y San Luis por cierto, se iban a transformar en el centro de las miradas de los pueblos del cono sur y todavía estamos esperando que al menos, nos hagan un guiño.
Trajeron a Al Gore, como el máximo exponente de los nuevos derechos en el mundo y aun esperamos los resultados de semejantes presuntos estrategas que solo aportan miseria y más miseria a los relegados pueblos del fin del mundo.
Nos llenaron de ilusiones porque a partir del Mundial de Ajedrez, San Luis pasaba a formar parte del tablero internacional al que solo nos habían llevado los mesiánicos hermanos. Y aquí estamos, cada día más con una mano atrás y otra adelante.
Ahora, por poco, la revolución nacional comenzaba en La Pedrera, pero los Generales no vinieron y lo dejaron solo al Coronel, que ni siquiera tiene quien le escriba.