En Chile se efectuarán las elecciones presidenciales el próximo domingo 19 de noviembre. Ocho candidatos aspiran ocupar el cargo del primer mandatario de la nación.
En esta oportunidad, a diferencia de los sufragios anteriores desde el retorno a la democracia, la izquierda chilena se propuso formar una coalición que les otorgue mayores posibilidades de disputarle al centro y a la derecha, un pase a la segunda vuelta.
El Periodista, consultor político y analista internacional Patricio Mery Bell, junto a el investigador y profesor de Historia y Geografía, Jorge Molina Araneda, coinciden en que si la izquierda no supera sus nimias y a veces «pueriles diferencias», ya sean de posturas microideolócias y/o de duelo de egos, la elección presidencial de la próxima semana y su potencial balotaje, estarán perdidos.
Una de las preocupaciones principales para las futuras elecciones a realizarse, es la abstención de los votantes, esto debido a los registros de las anteriores elecciones municipales en las que tan sólo un 35 por ciento de los votantes concurrió a ejercer su derecho.
Candidatos optan por alianza estratégica
El analista político Ernesto Águila, aseveró que «el Frente Amplio (FA) va a estar muy tensionado, (…) cómo se construye una izquierda con identidad, programa propio y, a la vez, sin caer en un aislacionismo».
Por otro lado agregó que «el resultado del Centro de Estudios Públicos (CEP) muestra un tremendo riesgo, porque lo sitúa (al FA) en los porcentajes tradicionales de lo que fue la izquierda extraparlamentaria en su tiempo, y la forma de marcar la diferencia dependerá de si logra proyectarse hacia el futuro».
Degradación del sistema democrático chileno
El 4 de septiembre de 1970 se da en Chile el triunfo de Salvador Allende, quien gracias a una estrategia política que se basó en agrupar todos a los partidos izquierdistas de Chile en la llamada «Unidad Popular» (UP), obtuvo un triunfo que superó por más de 40 mil votos a su contrincante, el derechista Jorge Alessandri. De esta manera, Allende se transformó en el primer presidente marxista en el mundo, en llegar al poder por medio de las vías democráticas. Esto, hasta el Golpe de Estado que perpetró Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973.
Pinochet, tras asumir el poder e instalar la dictadura cívico-militar, tomó como primera medida prohibir los partidos políticos de izquierda y perseguir a sus militantes. Muchos de ellos fueron detenidos, desaparecidos, ejecutados o exiliados.
Respecto de los demás partidos, la «Junta Militar» ordenó su suspensión «hasta nueva orden», sin embargo, muchos integrantes de partidos de derecha más algunos democratacristianos y radicales (centro), colaboraron activamente con el nuevo régimen, no pudiendo manifestar abiertamente sus pensamientos.
Según la historiadora chilena Ana López, la transición a la democracia (a partir de 1990) «se fundó en la continuidad e, incluso, profundización en gran parte del modelo implementado en dictadura y en la lógica social y el consenso. Las grandes demandas sociales quedaron olvidadas; entre ellas la de la clase trabajadora, cuando se mantuvo el Código Laboral que impuso en 1979 con sangre y fuego la dictadura”.
El 5 de octubre de 1988, se llevó a cabo el plebiscito que arrojó como resultado la decisión popular de poner fin a la dictadura de Augusto Pinochet quien, sin embargo, modificó las leyes para seguir ejerciendo puestos de gran poder en el Estado, perpetrándose como Comandante en Jefe del Ejército y siendo senador vitalicio. Pinochet negoció la continuidad de su política neoliberal con la Concertación de Partidos por la Democracia, alianza de partidos de centro que, por vías democráticas, ocupó el Gobierno en sucesivas elecciones desde 1990 hasta 2010.
López añade que «la transición se construyó así sobre el edificio constitucional que la dictadura erigió para garantizar la continuidad del modelo económico, político y social neoliberal. Se trata de garantizar una democracia tutelada o protegida, un régimen antidemocrático construido desde la lógica de la constitución del 80 y sistema binominal» (sistema electoral parlamentario que rigió hasta las elecciones de 2013 y que no favorecía al candidato con mayor cantidad de votos, sino al partido o pacto que obtuviese más votos)
Aguilar indica que existe una «responsabilidad del Partido Socialista (PS) y su domicilio político con el Partido Demócrata Cristiano (DC) durante la transición, que hace que el PS se traslade hacia el centro», agregando que el PS pudo haber ganado militantes, pero éste abandonó los espacios de izquierda no comunista».
Nueva oportunidad para la izquierda con Frente Amplio
El 21 de enero de 2017, se pactó una alianza conformada por 15 partidos de la izquierda extraparlamentaria; coalición representada por la candidatura de Beatriz Sánchez para los comicios presidenciales del próximo domingo.
Para las próximas elecciones, el Frente Amplio (FA) tiene como objetivo -en lo representativo- obtener un resultado de dos dígitos, ya que históricamente las cartas de la izquierda extraparlamentaria, desde el retorno a la democracia, sólo han podido ostentar resultados de un dígito. (1993: Eugenio Pizzarrro 4.5%; 1999: Gladys Marín, 3.19%; 2005: Tomás Hirsch, 5.4%; 2009: Jorge Arrate, 6.21%; 2013: Roxana Miranda, 1.24% y Marcel Claude, 2.81%).
«No hay que confundir la idea de una izquierda plural, que la constituyen cuatro o cinco vertientes ideológicas culturales históricas, con una fragmentación que hoy genera 18 a 20 partidos o colectivos. Avanzar hacia una síntesis y hacia la unidad de la izquierda es un imperativo, no se resiste este archipiélago. Esa síntesis debería ocurrir entre esta elección y la siguiente, sobre todo en el mundo del FA» señaló Aguilar.
Eduardo Artés se posiciona con el partido de izquierda Unión Patriótica. EFE
El Frente Amplio es la primera coalición de izquierda extraparlamentaria que tiene presencia en el panorama político, ya que además está integrada por dos diputados independientes con grandes proyecciones a futuro: Gabriel Boric, del Movimiento Autonomista y Giorgio Jackson, de Revolución Democrática, ambos exdirigentes estudiantiles.
Asimismo, para estas elecciones existen otros candidatos de izquierda que no coinciden con la alianza del FA por las diferencias ideológicas que sostienen con este conglomerado de partidos, y el fuerte descontento social a nivel nacional que dicen representar. Es el caso de los candidatos Eduardo Artés (Unión Patriórica, UPA) y Alejandro Navarro (Partido Amplio de Izquierda Socialista, PAÍS).
Sánchez, Artés y Navarro son el reflejo de las divisiones que siguen mermando a la izquierda chilena. Pese a que los candidatos han manifestado su intención, con condiciones específicas, de correr juntos en una eventual segunda vuelta si alguno de ellos alcanza una de las dos mayorías este domingo 19, las posibilidades de que ese escenario suceda son escasas.
Las encuestas arrojan que serán Sebastián Piñera (candidato de la coalición derechista «Chile Vamos») y Alejandro Guillier (candidato del pacto de centro-izquierda «Nueva Mayoría) los que se medirán en la segunda vuelta para los comicios de diciembre próximo.
Este escenario representará una nueva disyuntiva ideológica, puesto que ya se bajara -de manera no oficial- un eventual apoyo por parte de Beatriz Sánchez (FA) a Alejandro Guillier, respaldo que no consideran las candidaturas de Navarro y Artés; formando así un nuevo desencuentro dentro de la izquierda chilena y su historial cíclico de frustrados intentos por consolidar una fuerza unificada, como se logró en Bolivia, Venezuela o Ecuador, que permita alcanzar espacios de poder constantemente debatidos entre el centro y la derecha del país.