El ex mandatario brasileño acusó a sus adversarios políticos de no respetar a su familia en la lucha política que realizan en su contra.
El ex presidente de Brasil, Luiz Ignacio Lula da Silva, rechazó este jueves el asedio judicial al que está siendo sometido. «Si ellos quieren derrumbarme, ellos van a tener que disputar y pelear conmigo en la calle, disputar los votos». Sus palabras fueron emitidas para adversarios que buscan acabar con su vida política mediante acusaciones falsas de corrupción.
Tengo mi conciencia tranquila (…) porque me conozco, sé de dónde vengo, sé para dónde voy.
Tras recordar el arduo camino que tuvo que recorrer para que su organización política, el Partido de los Trabajadores (PT), lograra credibilidad y confianza y años más tarde ganara la presidencia, Lula da Silva señaló que la profesión más honesta que existe es la del político, porque todos los días éste debe salir a la calle a pedir los votos de su público y esto es lo insta a hacer a sus adversarios.
«Ellos pensaban que yo estaba vencido, dejen que Lula se desangre, decían, yo no me desangré y me reeligieron nuevamente con el mayor número electoral sucedido (…) [Pero] estoy consciente de que les hubiera gustado a mis adversarios (…) Mi fracaso no hubiera despertado tanto odio contra el PT, lo que despertó esa ira fue el éxito que tuvimos en nuestro Gobierno. Fue la mejor política de inclusión de Brasil», manifestó tras recordar cómo fue su gestión.
Lula señaló que el éxito de su mandato no solo condujo a su reelección, sino a la posterior elección y reelección de una mandataria mujer, Dilma Rousseff, frente a muchos otros candidatos impecables que tenía el adversario. Pero sus enemigos creyeron que esto representaría su retorno y por eso le aplicaron un golpe de Estado a Rousseff.
«Ellos lograron dar un golpe tranquilo y pacífico, no se necesitó sacar a la militares a las calles», expresó y luego repudió el empleo de la fuerza pública para combatir a los manifestantes a favor de Rousseff: «Si trataran a los ladrones como trataron a los niños que salieron a las calles, estaríamos mejor», opinó.
«Tengo mi conciencia tranquila y tengo muy buen humor, lo mantengo, porque me conozco, sé de dónde vengo, sé para dónde voy. Yo sé quién me ayudó a llegar a donde llegué, sé quién quiere sacarme y también sé quién quiere que yo regrese»,
Estas fueron sus palabras en reclamo del asedio de que fue víctima no solo él, sino también su familia, durante un allanamiento que la Policía Federal aplicó en su contra. «Dudo que algún partido representado por el Gobierno de Dilma o el mío hicieron más por fortalecer las instituciones que defienden el Estado en este país», recordó
El PT es visto como un partido que tiene que ser extirpado de la política brasileña.
El líder del PT recordó cómo «nosotros movimos la alfombra que escondía la corrupción en el país» y por eso «el PT es visto como un partido que tiene que ser extirpado de la política brasileña, es así como lo han hecho, así lo hicieron en la década de los años 50 y es así como ellos quieren hacer conmigo y con Dilma», azuzó.
Asimismo el ex mandatario brasileño acusó no solo a sus adversarios políticos, sino también a algunos medios de comunicación, de formar parte de una «mentira» que fue contada como «una novela» por lo que falta dar la estocada final y acabar con él porque ya destituyeron a Eduardo Cunha, destituyeron a Dilma Rousseff y falta cazarlo a él, así indicó.
Tras demostrar su indignación por los atropellos de los que fue víctima durante el allanamiento, aseguró: «Aunque yo no los conozca (…), yo respecto mucho más a la familia de ellos, de los que ellos han respetado a la mía».
Pero manifestó que se quedaba tranquilo porque enojarse significaba «entrar en el juego» de sus adversarios.
Sin embargo, manifestó no entender «como convocas a un grupo de personas, gastas el dinero público en hotel, montas una estructura para presentar las pruebas de un crimen y dicen `bueno la verdad es que no hay ningún crimen, yo solamente tengo una corazonada o pienso que se cometió un crimen´».
Por ello exigió que ya no se lancen más «pirotecnias» porque la sociedad reclama que los crímenes que le imputen a un político, y no solo a su persona, sea sustentado en base a pruebas fehacientes y no a creencias.