El pasado sábado el ex gobernador Poggi realizó un acto en la ciudad de San Luis al que convocó a lo que queda de sus seguidores. La invitación fue confusa, nadie sabía bien cuál era el objetivo de la juntada. El conductor de AVANZAR, paradójicamente, mostró con esta reunión el retroceso de su espacio político respecto a la capacidad de convocatoria, al contenido de su discurso y a las posibilidades de volver al gobierno en 2019.
Algunos sostienen que el hecho de que el Intendente Ponce se perfila para disputar el ejecutivo provincial, habría generado preocupación y enojo en Poggi. Así recurrió a la clásica demostración de fuerza para que no le bajen el precio dentro del frente que conformó en 2017. Una gran desesperación por llenar el salón ubicado en la capital puntana, algo que tiempo atrás no hubiese sido tan difícil cuando Poggi no era Macri, lo obligó a ningunear al gobierno nacional en su mensaje de invitación al acto, así evitaría presencias que pudieran teñir de amarillo su convocatoria. Bastante desorientado y temeroso de ser arrastrado por el inevitable derrumbe de la revolución de la alegría, atril de por medio, dio un discurso en el que intercaló frases que podrían seducir, según su estrategia, a varios sectores que hoy no lo consideran un opción para San Luis. Algunos no se identificaron nunca con la idea Poggi, otros se sienten defraudados y otros no le van a perdonar fácilmente su romance con Mauricio.
Así, quien era el principal adversario para el oficialismo provincial, frente a no más de 200 personas, dio un mensaje que se podría interpretar como un reclamo hacia sus aliados, a quienes a defendido a capa y espada, y un guiño a los que él abandonó por ir detrás de la propuesta amarilla. Dejo ver, tímidamente, que quiere ser gobernador en 2019, pero con su discurso pasó factura dando a entender que si los globos no bajan en San Luis detrás de él, en San Luis no tendrán 2019.
Con Ponce como el Ave Fénix y Poggi despechado, Adolfo encabeza las encuestas y podríamos decir que es gracias a la torpeza de sus adversarios y no por los “aciertos” de su espacio político.