YPF aumentó el precio de sus combustibles en todo el país por séptima vez en lo que va del año. En la Ciudad de Buenos Aires el litro de nafta premium ahora cuesta 35,37 pesos, un 5,5 por ciento más y acumula una suba de 35,2 por ciento en poco más de siete meses. La súper trepó a 29,37 pesos, un 4,5 por ciento más y en el año suma un 29,6 por ciento de incremento. A su vez, el gasoil premium subió 5,5 por ciento y quedó en 30,91 pesos y el gasoil común un 5,2 por ciento y se vende a 25,71 pesos. Shell siguió sus pasos y aumentó la nafta súper a 30,28 pesos, un 4,5 por ciento; la premium a 36,95 pesos, un 5,6 por ciento; el gasoil común a 27,26 pesos, un 5,6 por ciento; y el Shell V-Power Diesel a 32,73 pesos, un 5,6 por ciento.
El ministro de Energía, Javier Iguacel, aseguró a principios de julio que el mercado está liberado y que no iba a intentar ponerle un freno a las subas. Por lo tanto, iba a ser la caída de la demanda la que supuestamente le marcaría un límite a las petroleras. Más allá de lo que pueda ocurrir con la demanda, los dichos de Iguacel son relativos porque el gobierno controla a la petrolera que concentra el 55 por ciento del mercado.
El problema es que YPF se encuentra en una encrucijada porque si bien es permeable a las presiones del gobierno tampoco puede pisar los precios por mucho tiempo porque si la competencia se corta sola y aumenta, aún a riesgo de perder mercado, una parte de los clientes habituales de Shell y Axion se desplazarían hacia las estaciones de YPF y la pondrían en jaque.
En la actualidad YPF viene abasteciendo con normalidad a sus casi 200 estaciones propias y a las 1300 estaciones abanderadas que llevan su marca, pero su situación comenzaría a complicarse si la demanda crece por encima de lo habitual. Por eso todos los meses va retocando los precios con el visto bueno del gobierno. Shell siguió sus pasos casi inmediatamente porque no produce crudo en el país y se dedica a refinar combustible. Desde que el dólar se disparó, no le conviene importar petróleo porque los precios locales quedaron rezagados respecto de la paridad de importación. A su vez, el margen entre el precio que paga por el crudo en el mercado local y el precio que vende la nafta se ha ido reduciendo hasta casi desaparecer. Para una multinacional de su escala no es un problema grave porque tiene espalda para aguantar y en otros momentos, por ejemplo, el año pasado, hizo buenos negocios importando crudo y vendiéndolo en el mercado local. Sin embargo, la presión existe.