Enardecidos por la respuesta del comisario local, quien se habría negado a recibir la denuncia de la víctima en un primer momento, los vecinos avanzaron sobre el edificio policial y le prendieron fuego. La jovencita abusada sigue internada.
“La gente nunca había reaccionado así antes, por eso nos pasó todo esto. Pero este hecho nos tocó a todos”, explicó una mujer, en medio de la multitud. Y no era para menos. “Este hecho” es la violación que sufrió una adolescente de 13 años, que fue abusada bajo los rayos del sol y delante de sus primos.
El ataque sexual indignó a los vecinos de Colombres, departamento de Cruz Alta. Pero hubo algo que los enardeció todavía más: la respuesta policial. La tía de la víctima había contado que, después de la agresión, llevó a la adolescente a un CAPS. “Vino un comisario que no nos quiso tomar la denuncia. Nos hizo subir a un móvil y nos llevó hasta el lugar (del hecho) para que mi sobrina le indique dónde había sido”, había asegurado la mujer.
Pero la intervención del comisario no habría terminado ahí. “Le preguntó a la mamá con quién andaba saliendo la nenita, como diciendo que la nenita había incentivado que la violaran”, contó Gabriela Gramajo, una de las voceras de la movilización. “Queremos que investiguen al violador, no qué hace la familia ni cómo se viste la nenita”, agregó, con bronca.
Ambas mujeres se referían al comisario Domingo Pérez, quien está a cargo de la comisaría de Colombres.
El mundo se paralizó en Colombres. Cientos de vecinos se congregaron en la colonia de Yona y desde allí comenzaron a caminar hacia la comisaría. La marcha era pacífica y estaba protagonizada por familias completas. A lo largo del trayecto, fueron sumándose más personas hasta completar varias cuadras.
Pocos carteles podían leerse entre la multitud. Todos pedían “justicia y seguridad”. A medida que se acercaban a la comisaría, una guardia de Infantería se instalaba frente al edificio policial. Y, cuando la multitud llegó a destino y comenzó a exigir a coro “que salga el comisario”, los uniformados respondieron con balas de goma.
Los disparos fueron al aire, con la intención de disipar a los manifestantes. Sin embargo, no lo consiguieron. “¡No se vuelvan! ¡Vamos todos y les hagamos frente!”, ordenó uno de los hombres de mayor edad que integraban la movilización. Entonces continuaron avanzando y nadie pudo frenar los incidentes
El calor y el humo que emanaban de las cubiertas ardientes dificultaban la respiración frente a la comisaría. Aunque ese tampoco fue un impedimento para acercarse y exigir que saliera el comisario. Más tarde, un miembro de la guardia de Infantería confirmaría por lo bajo que todo el personal se había escapado por la puerta trasera, atemorizado por la turba.
En cuestión de segundos, se desmadró todo. Un grupo de manifestantes lanzó pedradas hacia la comisaría. Otros imprimieron distintas leyendas en la fachada. “Matemos a los violines”, proponía una de esas frases. Hacia uno de los costados del edificio, otras personas se dedicaron a rociar las paredes con combustible y luego vinieron las llamas.
El fuego se extendió por cada ambiente del edificio hasta consumirlo casi por completo. Un puñado de jóvenes se dedicó a sacar y destruir lo poco que había quedado en pie dentro de la comisaría. Primero un colchón, después una silla de escritorio y más tarde una pila de expedientes. Al mismo tiempo, un chico que vestía una camiseta de Boca corría por el medio de la calle con un escudo policial: su trofeo de guerra.
Bronca y temor
Frente a la comisaría, varios vecinos trataban de descargar su furia ante los uniformados. “Le voy a hacer una pregunta: ¿Cómo se sentiría usted si le hubiesen hecho esto a su hija?”, lanzó un vecino a la cara de un policía, que no sabía qué responder. “Arruinaron a esa criatura para toda su vida”, añadió el hombre, fuera de sí. “¿Dónde está el violador?”, se escuchaba vociferar a otros vecinos, entre insultos y acusaciones. Los hombres eran los más enfurecidos. Mientras que las mujeres se mostraban atemorizadas. “Tengo tres nietas y no me gustaría que les pase algo, estoy todo el día encima de ellas”, dijo Inés Domínguez. Ella, como la mayoría de las mujeres que participaban de la protesta, reconoció que tiene miedo y que no dormirá tranquila hasta que atrapen al violador. “No lo queremos suelto”, gritó.
Julio René Morán, otro vecino, estaba al borde de las lágrimas. “Hace tres años mataron a un chico como a un perro acá a tres cuadras y todo quedó en nada. El que estaba era este comisario, que es un delincuente más”, denunció.
“Soy padre de familia y abuelo, y no quisiera estar en el lugar de los padres de esta criatura. Cuando me enteré de lo que había pasado me largué a llorar. Es una vergüenza que no le hayan querido tomar la denuncia a esa familia. Por eso este comisario se tiene que ir y con él, todos los cachorros por detrás. Son la peor porquería que hay en Colombres”, insistió el hombre.
Cuando no hubo nada más para destruir y sólo quedaban en pie las paredes ennegrecidas por el fuego, los manifestantes iniciaron la retirada, pero con la promesa de no dar marcha atrás.