La conformación del Frente Provincial que pone en jaque el poder familiar acumulado en San Luis en treinta años, marca desde ya, un punto de inflexión en la historia democrática provincial que, mayoritariamente advierte el fin de un ciclo y el comienzo de una nueva etapa institucional.
La transición política, luego de tres décadas de acumulación de riqueza y poder en el seno de una familia que solo dio participación en el ascenso económico-social a un minúsculo grupo de otras familias amigas, comandadas por sus principales testaferros, obligará a los nuevos protagonistas a exacerbar los esfuerzos para que la institucionalidad sea la impronta que vuelva a caracterizar el gobierno provincial.
Entre tantos asuntos oscuros de quienes todavía dominan San Luis, se encuentra el “caso Espartaco”. Aquella supuesta empresa minera que contó con el aval del gobierno provincial para endeudarse en la compra de maquinarias que nunca funcionaron porque nunca existió la explotación de minerales que decía tener su objeto social.
Millonaria deuda, que silenciosamente soportamos todos los sanluiseños y que algunos ex funcionarios pagaron hasta con privación de la libertad. Pero es tan fuerte la distorsión discursiva del feudo, que hasta algunas de sus propias víctimas se han transformado en sus principales defensores, bajo la falsa consigna de que la “unidad del Peronismo” debe primar por sobre cualquier otra consideración social en la provincia, aunque en ello vaya la obligatoriedad de convertirse en sostén de sus propios verdugos.
Víctimas de la sinrazón institucional de la doble Intendencia puntana, parecen pedir perdón ante los altares por haber defendido la letra constitucional y los intereses de miles de ciudadanos que vivieron el atropello de quienes a costa de cualquier precio quisieron, y no pudieron, dominar la capital de la provincia.
No son cuestiones menores las que sucedieron en la historia reciente. Y aun cuando lo fueran, no existe posibilidad alguna de acuerdo con quienes se niegan a reconocer que era la fuerza del feudo la que querían imponer frente a la racionalidad del pueblo puntano y de los gobernantes municipales de la época. Sin embargo, hoy aquellos “valientes” dirigentes pasaron a formar parte de la legión de subordinados arrepentidos creyendo que así, se convierten en aliados del poder.
Pretenden que la amnesia que les provoca la ambición personal, se convierta en la conducta generalizada de la ciudadanía, sin advertir que la transición política provincial difícilmente tenga retrocesos.
La lógica de la historia, y de la realidad, indican que el avance es indetenible. Tan así es, que por primera vez en los registros políticos de San Luis, las fuerzas opositoras se aprestan a ofrecer al electorado una real alternativa de poder que si bien tiene en su memoria a Espartaco, no se enamora de Estocolmo y que avanzará hacia el futuro con la mirada puesta en la reconstrucción institucional de San Luis, lejos de venganzas o de reproches que atrasarían el objetivo central: que la normalidad vuelva a reinar en tierra sanluiseña.