Menos de un año después del show montado por la ministra Patricia Bullrich, al famoso ex prófugo Ibar Pérez Corradi se le dictó la falta de mérito –no hay pruebas suficientes– en la causa más impactante por la que se lo trajo de Paraguay: el triple crimen de General Rodríguez. Bullrich dispuso de decenas de efectivos, francotiradores, escudos, cascos, pasamontañas e incluso un dron y un doble cuando el prófugo llegó a la Argentina, en julio de este año, con un compromiso virtualmente firmado de que declararía contra el ex jefe de Gabinete Aníbal Fernández. El asunto terminó en la nada porque Pérez Corradi dijo que quien le contó el vínculo del quilmeño con la efedrina fue Sebastián Forza, muerto en General Rodríguez, es decir que terminó siendo una versión de mala calidad y, encima, incomprobable. Ahora la jueza María Romilda Servini de Cubría sostuvo en una resolución que no encontró ninguna evidencia de que Pérez Corradi haya ordenado el asesinato de Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina.
El gobierno trajo a Pérez Corradi como una megaestrella de la denuncia contra la administración kirchnerista. Se prometía que iba a develar el vínculo de los funcionarios del gobierno anterior con el narcotráfico, aportando datos y más datos. La realidad es que todo terminó en la nada. O, mejor dicho, terminó pateando dos veces contra el arco del macrismo:
Dijo que la jueza federal Sandra Arroyo Salgado –alineada con la Casa Rosada– le pidió una coima de 500.000 dólares unos años atrás.
Contó que el dirigente radical Ernesto Sanz cobró 200.000 dólares del rey de la efedrina, Mario Segovia, para impulsar el juicio contra el entonces juez Federico Faggionato Márquez.
Todo resultó poco creíble e incomprobable, lo mismo que sus dichos sobre Aníbal Fernández o Ricardo Echegaray. El testigo estrella quedó devaluado y lo guardaron rápidamente debajo de la alfombra, en una celda de la Gendarmería.
Pérez Corradi está procesado por haber traficado efedrina, algo que confesó ante Servini de Cubría. Y también carga con un procesamiento por lavado de dinero, dictado por el juez Sebastián Casanello, ya que el efectivo que obtenía con la efedrina lo lavaba comprando cheques, es decir financiando a laboratorios, en especial a la mafia de los medicamentos. En forma paralela, Estados Unidos lo reclamó por un envío de pastillas de oxicodona, un derivado del opio, y Pérez Corradi siempre pareció dispuesto a que lo manden al norte: la impresión es que en algún momento actuó como agente de la DEA y que en Estados Unidos le espera una condena leve y la libertad.
Sin embargo, el expediente en el que arriesgaba una condena a prisión perpetua era el del triple crimen de General Rodríguez. En el juicio que se hizo en Mercedes, en la Provincia de Buenos Aires, el tribunal concluyó que Pérez Corradi mandó a matar a Forza, Ferrón y Bina porque “había que desplazar de modo absoluto y definitivo a quienes se perfilaban como competidores en el negocio ilegal de la efedrina”. La instrucción y la acusación estuvo a cargo del fiscal Juan Ignacio Bidone pero maniobras extrañas, a las que les dio el visto bueno el propio fiscal, llevaron el expediente a la justicia federal. Era lo que quería Pérez Corradi. Y en ese fuero, ayer Servini de Cubría sostuvo que no existen pruebas suficientes para imputar al ex prófugo por el triple asesinato.
La acusación contra Pérez Corradi tenía bases bastante sencillas e involucra a los hermanos Martín y Cristian Lanata y Víctor y Marcelo Schillacci. Como se recordará, los tres primeros protagonizaron la espectacular fuga de fines del año pasado, otro episodio que dejó mal parada a Bullrich.
La historia de la acusación del triple crimen es esta:
Pérez Corradi era socio de Martin Lanatta en un laboratorio armado para traficar efedrina, Elvesta, que nunca empezó a operar. Pero Pérez Corradi también armó o compró laboratorios para traer efedrina de China.
Supuestamente Forza se metió en el negocio e intentó desplazar a Pérez Corradi proveyendo efedrina a un cartel mexicano.
Pérez Corradi le ordenó a los hermanos Lanatta y a los hermanos Schillacci que saquen del medio a Forza, Ferrón y Bina. Es decir que los maten.
Uno de los testigos claves de esa trama es un supuesto agente de la SIDE, Julio César Posse. Este oscuro personaje es quien más sostenía la acusación contra Pérez Corradi. Y, además, existían llamadas entre Pérez Corradi y Lanatta en los días en que se produjo el secuestro y el asesinato de los tres jóvenes empresarios. Los abogados de Pérez Corradi, Carlos Broitman y Juan José Ribelli, dicen que todo fue una gigantesca mentira y que, por ejemplo, hubo un falseamiento de las planillas de llamadas. Lo cierto es que Servini consideró que las pruebas, por ahora, son insuficientes.
El saldo del show Pérez Corradi parece grave:
El triple crimen de General Rodríguez, el hecho más resonante de la Argentina en materia de narcotráfico, queda virtualmente sin autor intelectual. No se sabe quién ordenó la matanza.
El testigo estrella que trajeron para que acusara al anterior gobierno, fracasó. Todos sus dichos se hicieron humo.
La operación propagandística de los cascos, pasamontañas, perros y francotiradores quedó en la nada.
Pérez Corradi no queda cerca de la libertad porque tiene dos procesamientos con prisión preventiva. Estuvo cuatro años prófugo y es difícil que le firmen una excarcelación.
Al menos por ahora, el otrora prófugo famoso no servirá para producir grandes impactos ni cubrir con un taparrabos los problemas económico-sociales de estos tiempos.