En los últimos 50 años, la derecha se hizo del gobierno en nuestro país cuatro veces. En dos oportunidades llegó a través de los militares, luego escondida tras un disfraz peronista. Ahora con Macri y su propio partido: el PRO, como en los tiempos del PAN de Julio Argentino Roca y de la oligarquía dueña del granero del mundo.
De 1966 a esta parte
En el año 1966 las fuerzas armadas deponían al gobierno honesto y progresista del radical Arturo Illía, para iniciar la pomposamente llamada Revolución Argentina, con el General Juan Carlos Onganía al frente. Atrás del pseudo nacionalista discurso de este, se encubría el regreso al gobierno del establishment de aquellos tiempos. Adalbert Krieguer Vasena, su ministro de economía, era la expresión nítida de los grandes intereses locales y de las multinacionales. En 1973 tuvieron que abandonar la Rosada en medio de enorme repudio popular.
Volvieron apenas tres años más tarde. El 24 de marzo de 1976 los militares, conducidos por Videla, Massera y Agosti, instalaban en la república el llamado Proceso de Reorganización Nacional. Su objetivo era justamente reorganizar a sangre y fuego la nación -política, social y económicamente-, en función de los intereses más concentrados de aquí y de afuera. Un símbolo de dichos sectores, José Alfredo Martínez de Hoz, ocupó el ministerio de economía; se encargó desde allí de meter el neoliberalismo en la punta de las ballonetas. Siete años más tarde, el 10 de diciembre de 1983, también debían retirarse en medio del rechazo ciudadano generalizado.
Pero, ya se sabe, la derecha nunca descansa. Trabajaron desde ese momento activamente para hacer fracasar el gobierno de Alfonsín. Tuvieron éxito gracias a su poder y a las debilidades de aquel. Solo que, para volver, ya no podían hacer uso como antes del partido militar ni tenían uno propio, salvo la raquítica UCD de Alvaro Alsogaray. Fueron entonces por adentro del partido Justicialista, aprovechándose de la degradación de parte no menor de la dirigencia del mismo. Con Menem de presidente, volvieron a la carga con su estrategia neoliberal: deuda externa creciente, privatizaciones, destrucción de la industria nacional y del empleo, pobreza y desocupación en aumento, relaciones carnales con los yanquis y así sucesivamente. De la Rúa pretendió darle continuidad a tan bellas y loables políticas y en dos años se fue en el helicóptero, como es sabido.
Dura la derrota de la derecha ese 19 y 20 de diciembre del 2001. El “que se vayan todos” apuntaba directamente a ellos. Sin embargo son un hueso duro de roer y a pesar de la defensiva en que había sido puesta, comenzó a preparar el regreso. Se jugaron -en una estrategia de mediano plazo- a tener dirigentes públicos y partido propio, habida cuenta que no podían contar no solo con los uniformados, sino tampoco -al menos transitoriamente- con los partidos tradicionales; el PJ y la UCR también estaban golpeados y cruzados por conflictos internos significativos.
En el 2003 con Macri y el PRO fueron por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires como primer escalón. No llegaron en ese momento, pero animados y apuntalados por los sectores de poder iniciaron el camino que los pondría en la Rosada doce años mas tarde. Contaron para ello con la enorme colaboración del kirchnerismo que, habiendo tenido las mejores condiciones históricas para transformar la Argentina en un sentido de progreso, terminó asfaltándole el camino a la derecha.
Llegó nomás Macri a la Rosada. Con él, otra vez, la vieja derecha argentina -política, económica y cultural- escondida tras el nuevo look “amigable” que les aconsejo inteligentemente Durán Barba. Disfraz que debía esconder el tradicional autoritarismo de ese sector vía el “espíritu dialoguista”; el elitismo clasista por modos “populares”; disimulando la corrupción habitual de esos empresarios-políticos, con la supuesta “honestidad en la gestión”. Pero por sobre todo el camuflaje debía ocultar a la población el verdadero proyecto de país que traían: uno para los ricos, como siempre.
Los doce meses de Macri
Pasó ya un año. Aunque todavía confunden a sectores no menores de la población con la real o supuesta “herencia recibida”, para justificar sus políticas y conductas, no es difícil encontrar atrás del “nuevo rostro” del macrismo a la vieja derecha de siempre y a su proyecto para las minorías.
En lo económico es donde más visible es esto. El proyecto del gobierno actual es bien neoliberal. Es decir, tiene el firme objetivo de trasladar ingresos de la mayoría de la sociedad a las grandes empresas y a los sectores más pudientes; con el remanido argumento de que cuando la copa de estos se llene vendrá la lluvia de inversiones y la bonanza. Actuaron así, en consecuencia, con la inflación, la quita de las retenciones, el aumento de tarifas, los despidos, las altas tasas de interés, la apertura externa, la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones, etc. Apuntan también a entregar -una vez más- los recursos naturales a las multinacionales. Incrementan la deuda externa (que luego pagaremos todos) a ojos vista, permitiendo la fuga de capitales. Van analizando la manera de achicar YPF y Aerolíneas junto con el Estado que, ya se sabe, para ellos, debe ser pequeñito para que fluya el mercado. No han avanzado a paso más firme en todo lo antedicho por la simple razón que encuentran resistencia en el pueblo afectado; e incluso en empresarios -pequeños, medianos y grandes- que son desplazados económicamente también.
Pero las cosas no se quedan allí por cierto. Al mismo tiempo van buscando la manera de volver a traer, con pretextos varios, a las fuerzas armadas en cuestiones de seguridad interna. Como así también, de retomar la relación estrecha de otros tiempos de nuestros militares con los militares norteamericanos. Reintroducen con poco disimulo la mano dura policial en los sectores mas humildes y con los jóvenes. Tantean los caminos para blanquear a los represores de la dictadura, desprestigiando para ello al movimiento de los DDHH. Le han entregado, con el pretexto del narcotráfico, el manejo del los servicios de inteligencia a personajes fuertemente vinculados a la DEA. Apuntan a reprimir la protesta social, “protocolo” mediante, en cuanto tengan condiciones políticas para ello.
En el terreno internacional también mostraron rápido la hilacha. Abandonaron de entrada la relación prioritaria con los países de la región y corrieron a alinearse con los EEUU y sus políticas hacia Latinoamérica y el mundo. Fueron a la carrera a reconstruir las vergonzosas “relaciones carnales” de los años noventa; incluyendo a Gran Bretaña en las mismas. El problema que no previeron es la llegada de Trump, personaje difícil de mostrar como símbolo para el “volvimos al mundo” macrista. Habrá que ver cómo se reacomodan ahora, negociarán con Donald de alguna forma, qué duda cabe.
Finalmente, para terminar de caracterizar el año de Cambiemos en la Rosada, tenemos el tema de la corrupción. Ya sabemos que fue el caballito de batalla para ganarle al kirchnerismo, que se había robado todo. Perfecto, pero ahora no está Cristina, aunque siga recorriendo tribunales, están ellos, los CEOS. Muchachos que no hicieron lo que se dice un culto a la honestidad en las últimas décadas. Llena de lunares está su historia y la de sus familias (ahora a esas manchas les dicen empresas offshore). Difícil que no aprovechen el Estado para hacer capitalismo de amigos. Allí los tenemos a Aranguren, a Dietrich, a Lopetegui, al propio Mauricio claro, con empresas vinculadas a ellos, cuyas acciones suben y suben porque ganan licitaciones. También aparecen decretos presidenciales que parecen tener nombre y apellido, que facilitan lavar lo acumulado en los años anteriores. Nada nuevo bajo el sol.
Así las cosas, luego de doce meses en la Rosada de los muchachos de Newman, las nuevas caras de la vieja derecha argentina. Difícil no ver que, más allá de maniobrar para acá y para allá, de conceder en lo secundario producto de la debilidad de no manejar el Congreso -ni los gremios, ni el territorio-, no vayan a perseverar en buscar la manera de meter a como sea su proyecto de país reaccionario y para pocos. Así ha sido antes, en los últimos cincuenta años, cuando les tocó gobernar. Difícil también no ver el daño que le van a causar a la nación, una vez más.
Es por ello que hay que unirse social y políticamente, para oponérseles y acotar así sus estrategias y medidas regresivas. Unirse en definitiva para lograr que solo permanezcan en el gobierno hasta las elecciones del 2019.
Construir el futuro
Así como la historia argentina nos dice que esta es la cuarta vez en cincuenta años que la derecha vernácula, siempre de la mano de los poderosos de afuera, logra hacerse del gobierno con las consabidas consecuencias. También nos muestra otras dos cosas: en primer lugar que las tres veces que llegó antes de Macri, fue siempre derrotada por la resistencia mayoritaria de la sociedad y tuvo que retirarse en medio de extendido repudio y condena. En segundo término, que en las tres oportunidades fue reemplazada por gobiernos progresistas. Más allá de que estos no lograron luego, por las presiones de los factores de poder desplazados y por sus propias limitaciones, desviaciones y errores, mantener el rumbo. Facilitando así el regreso del “régimen” como diría el Peludo.
Efectivamente, la retirada de la dictadura de la Revolución Argentina, capitaneada por el general Lanusse, terminó primero en el gobierno de Héctor Cámpora y luego en el de Juan Domingo Perón. Los que, entre otras medidas, liberaron a los presos políticos, trasladaron ingresos hacia los trabajadores, promovieron la industria nacional y reanudaron relaciones y comercio con Cuba desafiando a los norteamericanos. A la muerte del General la derecha peronista, Triple AAA y Rodrigazos mediante, allanó el regreso de los militares; que trabajaban para ello de tiempo atrás junto a la embajada de los EEUU, la oligarquía y los grandes empresarios.
El derrumbe estrepitoso posterior de la dictadura genocida de Videla y compañía, luego de la derrota en Malvinas, dio lugar a un enorme movimiento democrático que puso en la Casa Rosada a Raúl Alfonsín. Este, en sus inicios, no solo levantó las banderas de los derechos humanos -juzgando a los comandantes- y de las libertades públicas, sino que se le plantó al FMI y a los bancos, a la cúpula eclesiástica y a la Sociedad Rural -donde fue silbado-; tomando además la defensa de la industria nacional con aquello de “levantaremos las persianas de las fábricas”. También esbozó que buscaría construir un tercer movimiento histórico que desplazara a los agotados partidos tradicionales. No obstante, la crisis que generó la deuda de Méjico en la región, con impacto directo sobre nuestro país, las presiones militares y las del poder económico local e internacional sobre un gobierno poco firme, hicieron lo suyo. Concesión tras concesión del presidente, terminaron por alejarle apoyo popular; la hiperinflación lo forzó a irse por la puerta chica.
Llegaron entonces los conocidos de siempre, con Menem y Cavallo esta vez. Continuaron allí, un poco más escondidos, con Fernando de la Rúa y, finalmente, también Cavallo. Después de 12 años de iniquidades -1989/2001- que terminaron de demoler la nación productiva y el entramado social homogéneo, se fueron con el país en llamas. Interinato de Duhalde y Néstor Kirchner presidente. Dijo este último que haría otro país, que no dejaría en la puerta de la Rosada esos ideales. También que construiría “transversalmente” una nueva fuerza política, como habían hecho en su momento Yrigoyen y Perón, para llevar adelante ese proyecto nacional. Los primeros años de su gobierno invitaban a creerle: entre muchas cosas tumbó la Corte Suprema menemista y puso a una prestigiada e independiente, derogó las leyes de Obediencia Debida y Punto Final de impunidad, reactivó la economía favoreciendo a las mayorías, se sacó al FMI de encima, canjeó ventajosamente la deuda en default, se enfrentó al ALCA de Bush, cambio las relaciones “carnales” con los yanquis por dar prioridad a los países de la región, se enfrentó al Duhaldismo y secundarizó al PJ.
Sin embargo, cuando mas fuerte estaba el kirchnerismo para profundizar el rumbo en un sentido de progreso, en el 2007 luego de la elección de Cristina en primera vuelta, comenzó a dar muestras visibles de su falta de voluntad para ello. Primero se puso Néstor de presidente del viejo PJ, se negó paralelamente a tocar la ley de entidades financieras de Martínez de Hoz, tampoco quiso revertir la privatización de YPF (recién lo hicieron en el 2012 con el agua al cuello) y continuaron las tremendas concesiones a las mineras mientras la economía se concentraba y extranjerizaba como antes con Menem. Luego hicieron ocultos y vergonzosos contratos como el de Chevrón, como así también tuvieron agachadas como las del Club de París, el Ciadi y Repsol. Desvirtuaron la Ley de Medios y la usaron para hacer un monopolio propio. La corrupción y el doble discurso -el famoso “relato”- se generalizaron entre los funcionarios y dirigentes. Mas allá de algunas medidas correctas aisladas como la nacionalización de las AFJP y la Asignación Universal por Hijo, se apartaron decididamente de lo que era su proyecto inicial. Cuando cambió el viento de cola económico internacional comenzó el derrape y terminaron prestigiando y entregándole el gobierno a la derecha mas liberal, la que encarna Macri. Triste final.
Debemos tomar entonces las grandes enseñanzas que nos dejó nuestra historia en las últimas cinco décadas: la primera, es que todos los gobiernos de la derecha fueron derrotados por la resistencia que finalmente encontraron en la sociedad; no logrando consolidar el país de dos pisos que buscaron, aunque gravísimos daños causaron a la nación. La segunda, es que las administraciones progresistas que les sucedieron, no pudieron a su vez mantener el rumbo y lograr finalmente un país distinto, igualitario, de progreso sustentable; sus propias debilidades y errores lo impidieron. Partiendo de ello hay que diseñar la táctica presente y la estrategia a futuro de las fuerzas nacionales, populares y progresistas de hoy.
Por lo pronto hay que unirse política y socialmente en la oposición al gobierno de Cambiemos para impedirle que avance en sus planes de concentrar ingresos en los ricos (que luego fugan los capitales o los meten en la timba financiera), deteriorando así la calidad de vida de las mayorías. Para trabarles la entrega a las multinacionales de nuestra riquezas naturales y de nuestra soberanía a los EEUU. Para que no traigan otra vez a los militares de protagonistas de la vida política nacional; para que no avance el autoritarismo institucional cercenando libertades públicas, ni la represión a los que defienden derechos y conquistas. Para que no continúen los CEOS que gobiernan, el capitalismo de amigos de los K. Por sobre todo unirse para que este sea el único mandato que tenga la derecha y en el 2019 deba retirarse.
Pero al mismo tiempo y pensando en el después, tenemos que ir avanzando paso a paso en la construcción de una expresión política amplia, con vocación de mayoría, pero consistente política e ideológicamente. Que elabore un nuevo proyecto nacional desde la mirada del progresismo. Proyecto que tomando nuestras viejas banderas de igualdad, democracia, derechos, justicia social y soberanía política, les dé nuevos contenidos acorde al mundo que se viene y a la Argentina que tenemos actualmente. Una fuerza con la firme decisión de abordar de una vez por todas la transformación de nuestra nación, sin la que derecha tenga ya posibilidades de hacernos nuevamente retroceder, como hasta ahora ha sucedido.
Humberto Tumini – Movimiento Libres del Sur