Constituye un subsistema socioeconómico, cultural, de producción y de distribución de bienes y servicios. Por lo general, abarca un amplio abanico de actividades donde los trabajadores no se encuentran bajo una relación laboral asalariada formal.
Producción: Javier Lewkowicz
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Motor de la inclusión
Por Daniel Arroyo *
Si bien son muchos los avances que se han realizado en estos últimos años, distintos son los desafíos a los cuales se enfrenta la Argentina del Bicentenario. Podemos mencionar la pobreza estructural, la inflación, la dificultad para acceder al crédito y a la vivienda, el aumento de la venta de droga en los barrios o la inclusión de los jóvenes que están fuera del sistema escolar y laboral. Si lo pensamos en términos de políticas asistenciales, es claro que tenemos que avanzar hacia un piso mínimo con lo que deba contar cualquier ciudadano que habite nuestro territorio. Esa es la función prioritaria que las políticas sociales deben cumplir, pero también es necesario pensar que, además, éstas deben ser una buena herramienta para promover plena integración a través de la generación de empleo genuino. Por ello, es vital que la conformación de estrategias de microcrédito sean prioritarias en la agenda del Estado y en las acciones de las organizaciones de la sociedad civil, de las cooperativas y del sector privado en general.
Son innumerables los antecedentes internacionales donde el microcrédito se utiliza como herramienta de fortalecimiento de la economía. Al realizar un análisis integral, se puede reconocer a la Economía Social como un subsistema socioeconómico, cultural, de producción y distribución de bienes y servicios, que desde el Estado junto con las organizaciones de la sociedad y el sector privado, mejoran los ingresos de las familias.
En este sentido, la Economía Social debería seguir los siguientes objetivos fundamentales:
– luchar contra la pobreza y la indigencia;
– luchar por la justicia social, a favor de un desarrollo integral y una ciudadanía plena;
– involucrarse dentro de un proyecto de país inclusivo, a través de la realización del desarrollo productivo.
Es claro que el sistema financiero en los últimos años no tuvo la capacidad, ni la vocación para llegar a miles de ciudadanos que pueden tener pocos recursos económicos, pero son el sostén del país en términos del trabajo y la producción. Si uno recorre cualquier punto del país que elija al azar, puede encontrarse con un nuevo fenómeno que amenaza a los sectores más vulnerables y que está relacionado con el sobreendeudamiento a tasas usuarias de muchas familias que acceden a créditos con bajos requisitos y que solo tienen fines lucrativos. Este tipo de economía funciona con financiamiento a tasas bajas y no con financiamiento para vivir pagando lo que se pidió como crédito.
La Economía Social debe derribar los muros que separan las políticas sociales de las políticas económicas.
En un estudio que elaboramos recientemente, en el cual indagamos sobre el perfil de los ciudadanos de 18 a 30 años que perciben planes sociales en municipios del conurbano bonaerense, el 51 por ciento indicó que la falta de dinero o acceso al crédito es el principal problema para crear un emprendimiento propio.
El desarrollo productivo y el microcrédito son también esenciales para ver cómo se puede dar un salto de las experiencias a una escala que cubra a los casi cuatro millones de cuentapropistas que trabajan con tecnología retrasada en el país y que son pobres porque no alcanzan los ingresos mínimos.
Existen otras cuestiones pendientes vinculadas a esto y que tienen que ver con el pensar mecanismos tributarios y de reconocimiento de las actividades de la Economía Social, así como también el lograr escala en la productividad y mejorar la rapidez en la transferencia de recursos desde el Estado.
La pobreza en la Argentina también está muy vinculada a la tecnología inadecuada: un carpintero que no accede a una sierra circular y que, por lo tanto, no hace muebles a medida y pierde oportunidades de mercado, o un mecánico de autos que, como nadie le da crédito para una computadora, no atiende los autos con motores a inyección. Lo mismo sucede con una mujer que quiere instalar una panadería en su casa y que, por falta de una amasadora, horno o heladeras, no logra romper el círculo de la pobreza.
En este sentido, acompañadas a otras políticas de tipo sociales, debemos avanzar hacia un sistema de masificación del microcrédito, que contengan a aquellos emprendedores que no acceden al crédito bancario por falta de garantías. La masificación de los sistemas de créditos con montos pequeños no solo favorecería la vocación emprendedora y el desarrollo de innovaciones productivas, sino que también pone en funcionamiento un circuito que vincula el desarrollo local de las economías regionales. El desafío es llegar con tasas de interés subsidiadas para personas que tengan buenos proyectos e ideas. En nosotros está la oportunidad para hacer realidad el sueño de muchos emprendedores.
* Ex viceministro de Desarrollo Social. Candidato a vicegobernador de la provincia de Buenos Aires UNA