Francia ya combatía al EI en Irak, pero ahora está dispuesta a hacerlo también en Siria, país adonde ya asesora y suministra armas a los rebeldes moderados. Una multitud reclamó que se “abran las fronteras para todos”.
Por Eduardo Febbro para Página/12 desde París
La impotencia europea para tratar con humanidad y responsabilidad la crisis migratoria así como la parsimonia a la hora de tomar decisiones y buscar consensos en el seno de los países de la Unión Europea sacaron a las calles de París a miles de personas en un momento crucial en el cual el presidente francés, François Hollande, vuelve a barajar seriamente la posibilidad de bombardear las posiciones del Estado Islámico en Siria. El avance constante del Estado Islámico es uno de los motivos por los cuales los sirios huyen de su país hacia Europa y, según revelaciones del vespertino Le Monde, París ya tendría decidido un esquema militar. El sábado, en la Place de la Republique, una manifestación en apoyo a los migrantes y los refugiados reclamó que se “abran las fronteras para todos”. El rostro de esta demostración de solidaridad por parte de la sociedad civil era asombrosamente joven. Sin embargo, es lícito reconocer que las reacciones y la bondad de la sociedad han sido también de una lentitud evidente. Recién cuando se publicó la foto del niño sirio de tres años, Aylan Kurdi, encontrado muerto en una playa de Turquía, se produjo una suerte de despertar civil más consecuente.
La canciller alemana, Ángela Merkel, y François Hollande hicieron pública la carta que remitieron a los responsables europeos para que estos asuman una serie de posiciones comunes ante la crisis migratoria. Merkel y Hollande admiten que se trata de “un gran desafío para Europa” al tiempo que apuntan a la “responsabilidad de cada Estado miembro (de la Unión Europea) y la solidaridad de todos”. La demora de varios Estados para llevar a la práctica las decisiones tomadas en común figura también en esta carta. Ambos dirigentes piden a la Comisión Europea que recurra “a todos los medios de que dispone” a fin de forzar a los estados a respetar las reglas del derecho de asilo. París y Berlín proponen además en un corto plazo un “sistema de asilo europeo unificado”. Sin embargo, el eje central de esa carta consiste en la inclusión de las cuotas de reparto de los refugiados y migrantes, una idea a la cual Francia se había opuesto hasta el momento. El texto no habla de “cuotas de migrantes” sino de “reparto” de los refugiados. Este debe llevarse a cabo de una forma “equitativa y con un espíritu de solidaridad entre los Estados miembros” mediante un “mecanismo permanente y obligatorio de relocalización”. La intervención conjunta de Francia y Alemania está dirigida concretamente a los países de Europa central y oriental que recurren a todas las artimañas imaginables para no obedecer a los tratados europeos.
Asimismo, la iniciativa pone en la mira el primer ministro británico, David Cameron, quien se escondió literalmente cuando fue convocado a participar en el esfuerzo general para ayudar a las poblaciones que huyen de la guerra. La Comisión Europea se consagrará ahora al rompecabezas de reubicar a los 160.000 refugiados que ya ingresaron a Europa en los últimos meses. La tarea es titánica debido a las trabas y argucias que utilizan muchos países, en especial los del Este y, entre ellos, Hungría.
Este fin de semana, Austria y Alemania dieron muestras de una extraordinaria solidaridad cuando, en contra de los convenios europeos, decidieron recibir en sus respectivos territorios los refugiados rechazados por la hostil e inhumana Hungría. “No vamos a abandonar a toda esa gente”, dijo el canciller austríaco Werner Faymann (social demócrata). El calvario que viven los migrantes que llegaron a Hungría es horrendo. Familias enteras con niños y mujeres caminan sin rumbo luego de haber atravesado a pie los Balcanes. Recién el sábado, Budapest aceptó llevar en buses a los migrantes desde su territorio hasta la frontera austríaca. En Hungría, el partido de extrema derecha Jobbik llamó el sábado a manifestar contra los migrantes.
Según revelaciones adelantadas este fin de semana por el vespertino Le Monde, el presidente francés, ante la doble evidencia del fracaso militar de la oposición siria y de los éxitos militares del Estado Islámico, estaría contemplando bombardear las posiciones del EI en Siria. El rotativo afirma que si bien París limitó hasta ahora su participación militar a Irak, está dispuesto en adelante a ampliarlas a Siria, país a donde ya asesora y suministra armas a los rebeldes moderados. El vespertino francés cita fuentes de alto nivel, las cuales aseguran que “la decisión ya ha sido tomada”. Francia es el país europeo más amenazado por el Estado Islámico y una intervención francesa en siria contra los radicales sunitas del IE “es un asunto de coherencia”, escribe Le Monde. El diario adelanta también que, al principio, podría tratarse de vuelos de “reconocimiento y de espionaje en las zonas sirias ocupadas por el IE”. Todas las alternativas políticas han fracaso en Siria. A finales de agosto, el presidente francés habló de “neutralizar” al presidente sirio Bashar al Assad y permitir así una negociación entre las partes tal y como quedó definida en la hoja de ruta elaborada durante las negociaciones que tuvieron lugar en Ginebra en 2012 y 2014.
La guerra en Siria, la situación de inestabilidad en Irak y un panorama similar en Afganistán han sido, junto al desmoronamiento del Estado libio consecutivo a la caída del ex presidente Muammar Kaddafi, los principales ingredientes de la crisis migratoria que alcanzó a Europa. No hace falta extender amplios argumentos para ver que en cada uno de los mencionados países las potencias occidentales intervinieron militarmente con la descabellada idea de que la democracia y la paz podían exportarse con bombas. A los insensatos estrategas de Occidente se les escapó que esa guerra exportada se sumaba a las anteriores y que ello podría dar lugar a uno de los éxodos más dramáticos de la historia moderna.
Sin fuerzas de recambio confiables en cada país, los Estados se vinieron abajo. 350.000 personas llegaron al Viejo Continente huyendo de la guerra en lo que va del año. En una tribuna publicada por el matutino Liberation y firmada por un colectivo de asociaciones humanitarias, éstas recuerdan que el problema no es nuevo, sino que fue ignorado por los políticos: “Hace varios años que alertamos a los responsables con correos privados, llamados a los medios, reuniones ministeriales y consultas internacionales”. Los firmantes manifiestan su “exasperación” ante “la inercia de los responsables políticos” y denuncian el hecho de que “la falta de voluntad política mata hombres, mujeres y niños”.
Las sociedades europeas, con muestras de solidaridad muy variables, descubren no sólo los daños centrales de las intervenciones armadas de occidente sino, también, hasta dónde puede llegar el horror y la desesperación de cientos de miles de personas que cruzan a pie, a nado, en tren o en barcos suicidas miles de kilómetros en busca de otra vida. La respuesta política ha sido un desastre. Estados egoístas, una izquierda tan dormida, indolente como amorfa, una derecha que busca una posición mirando hacia las urnas y una extrema derecha en pleno auge que espera como un lobo sacar provecho de los nuevos extranjeros, han configurado una atmósfera política ciega y apática. Y como última lección, mientras la UE miraba haca el costado, fue la criticada Alemania y su canciller, Ángela Merkel, quienes activaron las decisiones y los corazones. Alemania manda en Europa, sin dudas, en la economía y, ahora, en la humanidad.