El efecto contagio traspasó mares y fin de semana. El declive comenzó el viernes en Occidente, tras conocerse indicadores negativos de la industria china. El lunes se reflejó en Shanghai (-8,5 por ciento) y la caída dio otra vuelta al mundo.
Los principales mercados financieros volvieron a desplomarse ante los temores de un estallido de la burbuja bursátil en la Bolsa de China y de su eventual impacto en la economía global. El índice de Shanghai inició el lunes negro con un retroceso del 8,5 por ciento. La caída fue acompañada por el resto de las plazas financieras. En el Viejo Continente y en Wall Street las caídas fueron las más acentuadas desde la bancarrota de Lehman Brothers en 2008, y analistas estiman que se esfumaron en las últimas semanas cinco billones (millones de millones) de dólares en capitalización bursátil de las compañías en todo el mundo. Previamente a la caída sostenida que inició a mediados de junio el mercado de Shanghai, había acumulado una ganancia de 150 por ciento en casi un año, favorecida por el endeudamiento de inversores institucionales, alejándose del desempeño de la economía real china.
Desde comienzo del año, la economía china evidencia un deterioro constante en su actividad manufacturera. El último anticipo de las cifras de su industria se conoció el viernes pasado, y se aguarda que sea confirmado a principio del mes próximo, e indicó una nueva caída para agosto. La devaluación del yuan que aplicó el 11 de agosto fue interpretada por algunos analistas como un intento para impulsar sus exportaciones, aunque también se vinculó con la necesidad de dar un guiño de flexibilidad cambiaria al Fondo Monetario Internacional (FMI) para que la moneda del gigante asiático pueda ser considerada una unidad de reserva. Sin importar el verdadero motivo, el primer ajuste del tipo de cambio del yuan desde 1994 intensificó la baja de las cotizaciones del mercado chino.
Europa y Estados Unidos anticipan el impacto de esas proyecciones, tanto respecto de las expectativas financieras como de la economía real. Algunos analistas asemejan la situación con la crisis de 1994. Mientras se desacelera la actividad de la mayor economía asiática, la Reserva Federal podría iniciar una suba en las tasas de interés, dos situaciones que provocaron hace dos décadas una serie de devaluaciones competitivas que desembocó en la crisis financiera asiática. De todos modos, son más los interrogantes de lo que pueda suceder con ambas economías que la certeza de cualquier paralelismo. La esperada suba de tasas de la Fed parece no tener fecha cierta y los bancos anticipan que podría darse recién en marzo del año próximo, siendo que se esperaba para el mes que viene. China mantiene -según explicó el gobierno de ese país- un abultado superávit en su cuenta corriente y una posición fiscal sólida.
Con el objetivo de dar tranquilidad a los mercados, el gobierno chino autorizó al fondo de pensiones estatal a invertir en las Bolsas para frenar el desplome. Según informaron los medios en Beijing, el gigantesco fondo de pensiones podrá invertir hasta un 30 por ciento de sus activos netos en acciones. Con anterioridad, sólo podía invertir en bonos del Tesoro y depósitos bancarios. Para los inversores se trata de un nuevo manotazo de ahogado, como el que se aplicó a principio de año, cuando se prestó dinero barato a los inversores para que lo jueguen en los mercados financieros. La respuesta fue una nueva caída del principal índice accionario chino.
Tras la caída del 8,5 por ciento en Shangai, el índice japonés Nikkei perdió 4,6 por ciento, su quinta baja consecutiva, a su menor valor en seis meses. La ola de contagio llegó hasta Europa, donde las principales plazas bursátiles sufrieron desplomes en algunos casos superiores al 10 por ciento, situación que no se registraba desde octubre de 2008: Atenas se hundió 10,5 por ciento, seguida por Milán (-6), París (-5,2), Madrid (-5), Londres (-4,7) y Francfort (-4,7). En Wall Street, el índice industrial Dow Jones llegó a perder un 6,6 por ciento en sólo los primeros cinco minutos de la sesión, pero posteriormente pudo amortiguar su desplome y estuvo cerca de alcanzar un nivel positivo. No obstante, en la última hora de operaciones retomó la senda negativa y finalizó con un retroceso de 3,6 por ciento.
El selectivo S&P 500 bajó un 3,9 por ciento, hasta 1.893,21 puntos, y el índice tecnológico Nasdaq terminó con un retroceso de 3,8. Estos datos colocan a los tres indicadores camino a cerrar el mes con el peor descenso mensual desde hace más de seis años. De hecho, la caída del Dow Jones en el inicio de la rueda cuando alcanzó a perder 1.089 puntos, fue un record histórico para el indicador, que nunca perdió más de 800 puntos durante una jornada de operaciones.