El general retirado Hernán Ramírez Rurange se suicidó ayer por la madrugada de un disparo en la cabeza en la puerta de su casa, dos días después de ser condenado a 20 años de cárcel por el secuestro y asesinato del ex químico de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) Eugenio Berríos. El diputado socialista Juan Pablo Letelier lamentó que haya «responsables que están muriendo por viejos o que se han suicidado» y atribuyó la decisión de Ramírez Rurange a que «quería seguir encubriendo el tormento por los crímenes que se cometieron».
Según los primeros reportes oficiales, el ex militar se encontraba junto a su mujer en su domicilio ubicado en la comuna de Las Condes, en la ciudad de Santiago, de donde salió hasta la escalera de su edificio para dispararse en la cabeza con su revólver calibre 32.
Ramírez Rurange fue sentenciado el martes último junto con otros 13 ex militares por el asesinato de Berríos, químico que trabajó con el gas sarín usado por la dictadura de Augusto Pinochet. Berríos fue encontrado muerto en una playa de Uruguay en abril de 1995, días antes de prestar testimonio por el asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier, ocurrido en Washington, Estados Unidos.
En septiembre de 2013, el ex jefe de la Central Nacional de Informaciones (CNI), Odlanier Mena, también condenado por delitos de lesa humanidad, se disparó en la cabeza cuando el ex presidente Sebastián Piñera cerró la prisión militar Cordillera, lo que significó el traslado de todos sus reos hasta el penal Punta Peuco, ubicado en Santiago.
Tras conocerse la noticia de Ramírez Rurange la ministra de Justicia, Javiera Blanco, señaló que «lo que corresponde es que establecida la verdad, las personas enfrenten sus condenas y las cumplan». En tanto, el diputado Letelier agregó que «es una situación lamentable, por cuanto deja evidencia de que existen personas que no quieren que se sepa toda la verdad».
Desde la otra vereda, el ex titular de la Fundación Pinochet y general en retiro del Ejército, Luis Cortés, lamentó el suicidio de su camarada y describió que «lo veía pasar todos los días caminando, con la mirada perdida, con una sensación de caminar sin saber a dónde». «La familia militar está muy choqueada, muy tocada», se preguntó: «¿Hasta cuándo va a seguir esto?». «O sea, no somos asesinos!», defendió a sus colegas.