Como lo es el agua para la provincia, la sombra era un bien preciado en el histórico y ardiente mediodía mendocino. Muchos manifestantes se refugiaban bajo los árboles de la Plaza Independencia y se mojaban con el agua de una fuente mientras otros aguantaban el sol que hervía cabezas sobre la calle Patricias, cortada por los manifestantes. Primero, el Senado aprobó la derogación con 34 votos a favor y 2 en contra. Después, ya en Diputados, y tras menos de dos horas de debate, con 43 votos positivos, 4 negativos y un ausente, el proyecto quedó sancionado. Se había completado el trámite expres para lograr la derogación.
Fue entonces cuando alguien con un micrófono gritó que la Legislatura había derogado la Ley 9209 y, así, restaurado la vigencia de la 7722, lo que implica la marcha atrás de la megaminería contaminante en la provincia y un triunfo del pueblo, que se reconoce dentro de un nuevo “Mendozazo”. Cientos de personas corrieron desde sus refugios de sombra para abrazarse, besarse, aplaudir, gritar, llorar, bailar, festejar. Una sonrisa se dibujaba en cada rostro cuando cantaron, como lo vienen haciendo hace más de una semana, que “el agua de Mendoza no se negocia”, que “el pueblo unido jamás será vencido” y “la cordillera, qué linda está, y si la tocan qué kilombo se va a armar”.
La convocatoria era plural. Había docentes con guardapolvo encolumnados en el Sindicato Unido de Trabajadores de la Educación (SUTE). Representantes de la comunidad huarpe con wiphalas. Activistas históricos. Sanjuaninos de Jáchal –el pueblo castigado por las consecuencias de la megaminería– que vinieron a cargarse de esperanza. Bolivianos, con sus banderas, que vendían lechuga, ajo y cebolla de las chacras propias o ajenas en las que trabajan y que sostenían que “sin agua no se puede producir ningún producto”. Un grupo de exreinas de la Vendimia que se tomó una foto con una gran bandera argentina. Desde bebés hasta adultos, pasando por distintas clases sociales. Muchos jóvenes. A diferencia del “Banderazo” del domingo, en el que por lo que contó un manifestante no se permitían identificaciones partidarias, esta vez hubo presencia de partidos y agrupaciones, como la Corriente Clasista y Combativa, el Frente de Izquierda (estaba el diputado Nicolás del Caño), Frente de Organizaciones en Lucha y Movimiento Evita.
La espera bajo el sol, la sesión en los parlantes
La multitud se reunió cerca de las 9 para esperar en las puertas de la Legislatura mendocina el tratamiento de la derogación de la Ley 9209, popularmente conocida como “ley cianuro”, ya que ésta es una de las sustancias químicas que permitía en la actividad minera, como el ácido sulfúrico. En una sesión extraordinaria y sobre tablas convocada por el gobernador Rodolfo Suárez –quien el viernes anunció la derogación– votaron primero los Senadores. Hubo 36 votos a favor y dos en contra, los de Gladys Ruiz (UCR) e Hilda Quiroga (PJ), ambas de Malargüe, ciudad atravesada por la presión que las mineras ejercen para que quede excluida de los alcances de la 7722.
En la votación en Diputados el proyecto se aprobó por amplia mayoría, con el rechazo de Guillermo Mosso (PD), Josefina Canale (PDP), Hebe Casado y Gustavo Cairo (PRO) y una ausencia (Ana María Andía, UCR).
“Gallinero cerrado por falta de huevos”, decía una de las tantas banderas que colgaba del edificio vallado. Otra: “Chubut, escucha, tu lucha es nuestra lucha”.
Tras el anuncio de que habría derogación, reinó en los distintos departamentos un extraño clima que combinaba celebración con desconfianza. Las manifestaciones adquirieron un carácter peculiar, el mismo que se sentía el lunes, en la víspera de la sanción definitiva. “Desconfiamos profundamente de los que están adentro y del gobernador. Hasta que no veamos que esté efectivamente derogada la ley cianuro no nos vamos a ir a la casa. Y cuando nos vayamos mantendremos la guardia alta porque estos tipos en cualquier momento vuelven a la carga”, sintetizaba Roberto Garcés, de la conducción del SUTE.
Con muchísimos carteles y banderas, la multitud -alrededor de 3 mil personas- formaba una “L” alrededor del edificio: sobre Patricias estaban las agrupaciones y partidos, sobre la peatonal Sarmiento, con sus locales abiertos, los “sueltos”. En la intersección, había una camioneta con parlantes desde la que, en algunos momentos, se escuchaba la sesión y, en otros, funcionaba un micrófono abierto. Cuando un discurso generaba rechazo se oían abucheos o decidían directamente cortar la transmisión.
Frente a la Legislatura, la Plaza Independencia mantenía su feria de artesanos abierta y estaba ocupada por manifestantes relajados con mates y mantas. Muchos rincones llevan ahora las huellas de este hecho histórico reciente, en aerosol. Leyendas en defensa del agua y en contra de los políticos. Lo mismo que las paradas de los colectivos, en donde se pueden ver fotos de legisladores considerados traidores, o los puestos de diarios, que denuncian a Suárez como “parca extractivista”. La estatua viviente de un minero caminaba por entre la gente. El alivio del pueblo fue total recién cuando una asambleísta tomó el micrófono y anunció la decisión de los Diputados. Justo en ese entonces la sesión no estaba siendo transmitida; se supone que ofreció el dato por celular alguien que estaba adentro.
Hora pico
La noticia llegó a eso de las 13.
No causó tranquilidad, sino que tomó la forma de una explosión. Una estruendosa fiesta que se extendió por un rato largo. Los Tambores por el Agua, agrupación de músicos autoconvocados que surgió con el conflicto y que dio ritmo y nombre a una masiva movilización en la ciudad el jueves, ocasionaron danzas espontáneas y transpiradas con sus batucadas. También había un grupo de sikuris. Los vientos andinos causaron atracción en mucha gente que armó una ronda y, tomada de la mano, comenzó a girarles alrededor. Un grupo de mujeres con diferentes instrumentos de percusión completaba la “grilla” de números musicales.
En la escena se mezclaban algunos legisladores que votaron en contra de la 9209,
como Lautaro Jiménez o Marcelo Romano, quienes recibían el cálido saludo de algunos vecinos.