Por:
Johana Gómez.
Candidata a Diputada Nacional por el Frente de Izquierda – Unidad.
Las próximas Elecciones Generales del 27 de octubre se darán en un escenario diferente del de las P.A.S.O. del 11 de agosto. En primer lugar, ha quedado claro que la crisis que estamos atravesando es muy profunda, más allá de las medidas que tome el gobierno para contenerla hasta diciembre. Es una nueva crisis de deuda, como fue la que dejó la última dictadura militar y terminó estallando con la hiperinflación de 1989 y 1990 o la que dejó el ciclo menemista de la “convertibilidad” y las privatizaciones generalizadas y culminó en la quiebra económica y social de diciembre de 2001.
En este último período, lo que se está jugando es quien va a pagar los costos de un endeudamiento ilegal, fraudulento e impagable. Son 44.000 millones de dólares que hay que pagar en promedio entre 2020 y 2023, cuando no existe superávit fiscal y el comercial, en un año extraordinario podría llegar a lo sumo a unos 14.000 millones de dólares.
Todas las “salidas” con las que se viene especulando, “a la portuguesa” o “a la uruguaya”, significaron grandes ajustes contra el pueblo trabajador de esos países.
Pero, más allá de la opción que tome el próximo gobierno, decir que se puede cumplir con los acreedores y dar satisfacción a las demandas populares, como viene haciendo Alberto Fernández, no es más que un chamuyo de campaña. Lo que tenemos por delante es determinar quién va a pagar los costos de la crisis, si el pueblo trabajador como ha ocurrido con las crisis anteriores, o los capitalistas, como planteamos desde el Frente de Izquierda y de Trabajadores – Unidad (FIT-U).
La segunda diferencia con las P.A.S.O. es que por el resultado de agosto la elección de octubre está definida en lo que hace al principal cargo ejecutivo en disputa, el de Presidente de la Nación. Macri ya fue, pero el FMI, la deuda y la crisis se quedan.
Estos aspectos hacen que en octubre lo que se está definiendo es el diseño del pos macrismo y permiten mostrar más claramente la paradoja que dejó la votación de las primarias: un repudio generalizado a Cambiemos y a su política de ajuste y sometimiento al FMI, pero canalizado en forma mayoritaria por una fuerza política que cuenta entre sus integrantes a muchos de quienes fueron co-autores de la obra de saqueo de estos casi cuatro años. ¿O no fueron el bloque de los senadores que responden a los gobernadores del PJ, liderados por Pichetto hasta ayer nomás, y los diputados del Frente Renovador de Massa y el “PJ Federal” los que le votaron todas las leyes a un macrismo que siempre tuvo minoría parlamentaria?
A ellos hay que agregar el rol de la burocracia sindical que, como acaba de reconocer el propio Antonio Caló de la UOM, le garantizó la gobernabilidad al macrismo. Hoy, mientras con la devaluación se pulverizan salarios y jubilaciones, y mientras Macri mediante un Decreto pretende rebajar el monto de las indemnizaciones por accidentes de trabajo, las centrales sindicales están protagonizando una borrada histórica.
La paradoja de la que hablamos se ha expresado al rojo vivo con los hechos de Chubut, donde es un gobernador aliado de Massa y Alberto Fernández (Arcioni) quien viene enfrentando a los docentes y estatales que no cobran sus salarios. No solo esto, sino que propuso incrementar por cinco su ingreso mensual y envió una patota de la burocracia petrolera a reprimir a los docentes. Y llegó al colmo de utilizar un jet privado para asistir a un acto del Frente de Todos junto a Alberto Fernández por la campaña a la gobernación provincial en Mendoza. Así, el ex Jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, pasó del silencio cómplice al aval explícito al gobernador de la provincia patagónica, a pesar de dos paros docentes nacionales en apoyo a quienes están luchando.
A la vez, sus dirigentes más cercanos, como Felipe Solá, aseguran que avalan una reforma laboral “a la Vaca Muerta”, es decir, mediante la modificación regresiva de los convenios colectivos de trabajo. Y, como si fuera poco, cuando los que se mencionan como miembros del futuro staff económico del Frente de Todos hablan de lo piensan hacer, mencionan el fracking en Vaca Muerta, la minería contaminante a cielo abierto, el desarrollo del agro-negocio, etc. Una agenda con muchos puntos en común con la que planteó el macrismo en su momento, aunque combinada con los planteos de protección a la industria local.
Todo esto plantea a los sectores progresistas y de izquierda que votaron la fórmula Fernández-Fernández como repudio a Macri una importante reflexión: si con su voto van a volver a apoyar a una opción integrada en gran medida por quienes fueron co-autores de lo hecho por el macrismo o esta vez van a aportar para “marcarle la cancha” a las patronales, al FMI y al nuevo gobierno votando a la izquierda. Aunque aún no hay condiciones para que la izquierda agrupada en el FIT-U sea mayoritaria, sí puede obtener en octubre una mejora importante respecto de la votación lograda en las P.A.S.O. del 11 de agosto.
Esto sería un claro mensaje para quienes, aunque cambie el gobierno y más allá de los matices, quieran continuar con las mismas políticas anti-populares, como los grandes empresarios que acompañaron todas las políticas anti-obreras de Cambiemos y ahora están buscando que sea Alberto Fernández quien de una u otra forma las continúe.
Votar a la izquierda, organizarse y movilizarse son garantías de defensa de los intereses de la clase trabajadora, de las demandas del movimiento de mujeres, de la juventud y del medio ambiente contra la depredación capitalista, y para que esta crisis no vuelva a ser pagada por el pueblo trabajador.