El Gobernador de San Luis quiso mostrarse como el principal crítico y opositor al gobierno de Mauricio Macri. Cuestionó y atacó cada medida tomada por el Presidente posicionándose como la antítesis, por lo menos en sus dichos, y como una posible alternativa para 2019. Tras el discurso de Alberto Rodríguez Saá, rápidamente se alinearon los dirigentes puntanos que no quisieron quedarse sin nada tras la derrota del kirchnerismo en 2015.
A esta confrontación permanente no siempre se acopló Adolfo quien parece tener un sentido más “conciliador”, más constructivo o quizá menos riesgoso a la hora de definir sus adversarios.
Alberto propició cada espacio en donde se manifestó toda clase de consigna opositora al gobierno nacional. Destinó los recursos necesarios para las convocatorias y hasta puso su mejor cara al momento de recibir a aquellos con los que durante años no tuvo prácticamente ningún punto de encuentro.
Más próximos al año electoral, con una economía que cae en picada, podemos decir que desde San Luis se están bajando los decibeles. El hecho de que Adolfo tendría muchas chances de volver a ser Gobernador genera la necesidad de asegurar fondos para la campaña y los cuatro años de su futuro mandato. Así, Alberto ha vuelto a recuperar trato con sus pares de otras provincias y ha iniciado un sostenido camino de diálogo con el gobierno nacional.
Si hacemos un recuento de distintas acciones tales como, reuniones con funcionarios nacionales, la poca aparición en público del Gobernador de San Luis y el acuerdo firmado con la Provincia de Córdoba, podemos, bien o mal, entender que Alberto tiene certezas de que su hermano ganaría en San Luis y Macri sería reelecto, o por lo menos que está trabajando para ello.
A tanta claridad con la que contábamos en un principio, respecto de la postura de Alberto, hoy se nos hace dudoso el panorama. Y con toda tranquilidad los adeptos al proyecto Macri ya dicen, perro que ladra, no muerde.