«Me acosa la furia y quisiera estar sereno. No soy la excepción. Hay bronca, que se ha vuelto generalizada y casi permanente. Debemos hacer algo, porque la Argentina merece otro destino». Es un grito sublevado, un llamado de atención, una apelación a parar la pelota enloquecida en que se ha convertido la Argentina de hoy. Tenemos en la mano un panfleto, o una moderna apelación a esa pretérita forma de escrito político que siempre vuelve, que aparece cuando la actualidad lo reclama, cuando las ideas arden, cuando es necesario, en el camino al infierno, ser claro, breve y categórico.
Parafraseando al lamento final de Belgrano para poner el estetoscopio sobre el corazón de esta pobre patria y reportar sin anestesia un diagnóstico angustioso: fuimos ricos, cultos, educados y decentes; en unas cuantas décadas nos convertimos en pobres, mal educados y corruptos.
La crónica periodística recoge día a día datos que no son nuevos, males que sin embrago van tomando formas cada vez más difíciles de revertir. La pobreza en la educación da lugar a una falta de valores básicos, que a su vez abre camino a la corrupción, que forja siempre una matriz perversa que desemboca en el absolutismo, y así siguiendo. ¿Qué hacer cuando no se soporta más, cuando en la atmósfera quema la arenilla de una cólera que no se sabe de dónde viene ni adonde lleva?
No quedarse callado, levantar la voz, decir a los gritos eso que duele, eso que lastima, como una forma única de empezar a sanar.
Y desde nuestro espacio, Clases de Manejo San José, vemos como lo cotidiano, atraviesa, la Educación Vial.
Pero la educación vial, la debemos ver como herramienta de transformación social, tenemos como resultado el siguiente cometido.
El formativo e informativo sobre las reglas de funcionamiento social de los espacios de convivencia pública. Pero también ejerce otra misión de enorme importancia en la convivencia social y consiste en la construcción de ciudadanía, la socialización civil del sujeto y forma parte del proyecto más amplio de educación social.
Siguiendo las ideas del Dr. Leoncio Vega Gil podríamos decir que “Pensar las sociedades educativas desde Paul Bélanger nos conduce a pensar en el concepto, dimensiones y retos de la educación permanente del siglo XXI. Una educación permanente que se interpreta compuesta por tres elementos interconectados: la formación inicial (preescolar, primaria y secundaria); la educación de adultos en perspectiva plural y de proceso (alfabetización, segunda oportunidad, formación continua, formación ocupacional, enriquecimiento personal y social, etc.) y los contextos educativos (los ambientes socio-culturales en los que se desenvuelve la vida de niños y adultos y que vendrían definidos por la escuela, la familia, el trabajo y el grupo social)”.
Tendrán que pensarse propuestas y políticas educativas dirigidas a diversas líneas de acciones y agentes que intervienen en la Seguridad Vial, entre ellos se destacan algunos más urgentes, por su influencia en la problemática, por el riesgo que corren o por el trabajo realizado y otros en un segundo plano.
“Es necesario tomar las cuestiones centrales, urgentes, e inquietantes de una sociedad y cultura en la forma intelectual más profunda, para proveer un lenguaje de crítica y posibilidad, de imaginar diferentes futuros, y crear las condiciones pedagógicas que hagan posibles los agentes, políticas, y formas de resistencia necesarias para reclamar la promesa de un futuro más democrático y colectivo, más seguro y pacífico en el plano estrictamente vial”.
La educación vial debe intervenir en la clarificación del sentido vial. En nuestra sociedad los signos, que por su propia definición son unívocos en su significado, son transformados en símbolos, con la ambigüedad correspondiente que necesita de una interpretación complementaria. Esta interpretación surge de la negociación pragmática que establece el conductor en una escena vial determinada, en donde asigna a los “símbolos viales” un sentido adecuado para el momento.
La democracia implica un nivel de creencias compartidas, prácticas, y un compromiso para construir un futuro más humano.
La educación vial puede ser la herramienta para dilucidar las diversas maneras en que las funciones culturales como una esferas de lucha sobre la producción, distribución, y regulación de poder y cómo y dónde opera tanto simbólica e institucionalmente como una fuerza educacional, en relación a los sujetos que conforman nuestra sociedad y circulan por los espacios comunes.
En síntesis, podemos concluir que a pesar del estado inicial de nuestra etnografía, creemos posible el diseño de una educación vial que, partiendo de los conceptos y análisis incluidos en las investigaciones culturales, pueda generar un cambio de actitud hacia los hechos viales como hechos sociales. En este punto, los niños y jóvenes son los actores centrales del proceso de reconversión del comportamiento vial, ya que aún no han interiorizado completamente las pautas del habitus vial actual.