Todos esperamos ansiosos que lleguen las merecidas vacaciones, y cuando lo tenemos a disposición, no sabemos qué hacer, por falta de planes o directamente la maldita guita.
Lo que sobra son las excusas. No podemos dejar la casa sola con la ola de inseguridad que hay. En ningún lado vamos a estar mejor que en nuestro propio rancho. Cómo vamos a extrañar la almohada… Mejor ahorramos esa platita para cualquier contingencia. Y en invierno repetimos el verso que sabemos de memoria desde hace muchos años…
Al final, el receso se convierte en una changa extra de ocasión para aportar unos manguitos a la rutina de todos los meses. Y todo sigue igual, con más calor que verano, y punto.
¿Y el descanso? Para el momento oportuno… Que nunca sabemos cuándo es.
Seguimos, precavidamente envueltos por el ventilador, las alternativas del clima, del país, provincia por provincia y nuestra ciudad en especial.
Después de una breve y acalorada sesión, pedimos auxilio y pasamos a otro capítulo del noticiero donde se difunden temas económicos.
Perversos locutores se engolosinan sonrientes con la paulatina escalada del dólar más allá de los 20 pesos, y siempre apuntando hacia arriba, como buscando desesperadamente otros techos…
¿Dónde está el techo? Lo sabremos en el momento oportuno. Sin embargo, nosotros, los economistas de entre casa, los que cuando vemos un dólar hacemos una fiesta de alegría, nos manejamos apenas con la estrategia implementada a través de los descuentos bancarios en los supermercados los miércoles, pero eso apenas alcanza para treinta días.
El efímero alegrón se disipa y da paso otra vez a la angustia.
Chau receso… chau vacaciones y después de las inundaciones cuyos efectos negativos siguen, ahora debemos soportar la sequía total. ¿Me entiende?
¿Quién tendrá la verdad sobre el valor del dólar? ¿Los que dicen nerviosos que se escapó la tortuga, o los que aguardan tranquilos que la ropa se seque despacito al sol?
Eso también lo sabremos en el momento oportuno…
La realidad está siendo cruel con nosotros y resulta morboso volver a reiterar las lamentables circunstancias que nos llevaron a estas trágicas situaciones.
Después de estas consideraciones sobre las vacaciones me gustaría que tuviéramos en cuenta lo que nos aqueja, la seguridad vial, si permite vamos a hablar sobre ello:
Desde Clases de Manejo San José –clic acá para seguirnos en Facebook– siempre hacemos hincapié sobre diversos temas, hoy vamos hablar del parabrisas.
Pero antes de continuar vamos a contextualizar. Wikipedia define a nuestro amigo cristal de la siguiente manera: “Parabrisas, luna, luneta o vidrio frontal, son denominaciones de la superficie transparente que se utiliza en automoción para permitir la visibilidad, obtener aerodinámica y proteger a los ocupantes de los elementos (viento, lluvia, polvo, insectos, etc.). Aunque durante muchos años fueron fabricados de vidrio templado, los actuales parabrisas de vidrio laminado, que constan de dos hojas de vidrio con una capa de policarbonato laminado de seguridad entre ellas, y que en el momento del impacto estallan sin desprender partículas peligrosas para los ocupantes del vehículo, dan una mayor garantía de seguridad. Los parabrisas de las motos suelen ser de plástico acrílico resistente a impactos”.
Similares características tienen las superficies semejantes de cualquier vehículo (ferrocarril, barco, avión, etc.)
El parabrisas aporta hasta el 30 % de la resistencia de la estructura del vehículo y es un elemento clave para evitar el hundimiento del techo en caso de vuelco. La eficacia del airbag del acompañante también está condicionada por el buen estado del parabrisas, pues al desplegarse se apoya sobre él, ejerciendo una enorme presión. Y los sistemas ADAS de seguridad activa, que informan al sistema de alerta de cambio de carril o de frenada de emergencia, están basados en multitud de sensores que suelen instalarse en el parabrisas.
Nuestros abuelos, para mi caso, que manejaron los primeros vehículos solían usar gafas para protegerse del viento, polvo y de las piedras que podían saltar de los caminos. A principios del Siglo XX se comenzaron a introducir los primeros cristales frontales de protección. Estos parabrisas estaban compuestos por dos hojas de cristal horizontales desplazables: cuando la mitad superior se ensuciaba, el conductor podía plegarla para seguir adelante.
Pero pronto los parabrisas se ganaron mala fama, pues en un accidente se rompían en mil pedazos y causaban lesiones en los ocupantes, viandantes y motoristas; lo que también comenzó a provocar numerosas demandas. Por este motivo, cuando aparecieron los primeros autos cerrados, con vidrios en los cuatro lados, muchas personas tenían miedo a subirse en ellos.
En la década de los años veinte del siglo pasado Henry Ford se convenció de que había que fabricar vidrios de auto -sobre todo, el parabrisas- más seguros; ya fuera porque varios amigos habían sufrido accidentes, por las demandas recibidas o porque no le gustaba que la ventana trasera del Modelo T distorsionara la realidad. A Ford también le preocupaba la escalada del precio del cristal, cuyos fabricantes no podían absorber la creciente demanda por parte de los fabricantes.
Por estos motivos, Ford se encargó de fabricarlo más resistente y barato. Junto al especialista Pilkington crearon un nuevo proceso de fabricación de vidrio mucho más resistente y barato, pues se producía en la misma planta de River Rouge de Ford.
El parabrisas laminado es uno de los inventos que más vidas ha salvado y lesiones ha evitado en los caminos de todo el mundo. Y se descubrió por casualidad a principio del siglo XX, cuando al inventor francés Edouard Benedictus se le cayó al suelo un vaso de vidrio y no se rompió en mil pedazos. ¿La causa? Ese vaso había contenido nitrato de celulosa y la película seca que quedó sobre el cristal mantuvo los trozos unidos cuando éste se rompió.
No fue hasta bien entrada la década de los años treinta cuando los parabrisas laminados se popularizaron y se convirtieron en una de las innovaciones de seguridad más importantes de la historia del automóvil, por varios motivos. El primero: el cristal ya no se astillaba en mil pedazos, reduciéndose las lesiones a los ocupantes en caso de accidente. El segundo es que, al ser más resistente, evitaba que los pasajeros salieran despedidos fuera del automóvil en accidentes. Y el tercero, que aumentaba la rigidez estructural del coche y protegía del aplastamiento del techo en caso de vuelco.
La historia de Ford con los parabrisas escribió un nuevo capítulo con el impresionante Ford GT de 2016, primer auto del mundo que monta un parabrisas con cristal `Gorilla Glass´. Desarrollado para las pantallas de los smartphones, es más ligero (hasta un 30 %, lo que permite ahorrar 5 kilos de peso), delgado (un 25 %) y resistente a los rayones que el vidrio tradicional. Está creado con muchas capas: una interior reforzada, una intermedia termoplástica absorbente de ruido y un vidrio recocido de capa externa.
Consejo
Deben estar hechos con vidrios de seguridad y pegarse con selladores homologados. Hay que verificar que el lugar donde se efectúe el trabajo permita realizar procedimientos de montaje y desmontaje apropiados para devolverle la resistencia estructural al vehículo. Para eso, el taller o establecimiento debe contar con instalaciones acordes que permitan efectuar el proceso adecuado y brindarle al cliente un servicio de calidad.
El clima también afecta y daña tu parabrisas, lo que es inevitable. Sin embargo puedes evitar que los cambios de temperatura sean demasiado bruscos. Para ello especialmente en invierno, retira el hielo, la escarcha o nieve del cristal. Siempre de forma delicada, de manera que cuando enciendas la calefacción, el contraste entre interior y el exterior no se tan grande.