La consumación legislativa de un saqueo fenomenal contra el pueblo trabajador. Una división de poderes fantasma. El carácter despótico y oligárquico de la democracia capitalista argentina. Y una guerra contra la izquierda mercenariamente declarada por los “profesionales de la opinión”.
A pocos días de la Navidad, la Cámara de Diputados de la Nación consumó un saqueo fenomenal contra el pueblo trabajador. Pocas veces el carácter despótico y oligárquico de la democracia capitalista argentina quedó tan al desnudo. Una pequeña mayoría de diputados nacionales sancionó un combo de leyes neoliberales que fue repudiado por la amplísima mayoría de la población argentina. Todos los poderes del Estado se complotaron para lograr este resultado que va a afectar la vida de millones de personas.
Presionando a los gobernadores y a los diputados nacionales desde el Ejecutivo Nacional para que haya quórum y se aprueben las reformas en el congreso, el macrismo convirtió a “La República” y su clásica división de poderes en una gran alfombra que la casta política gobernante puede pasar por encima cada vez que se traten de asegurar mayores beneficios económicos a los colegas del Presidente, los empresarios. Una división de poderes fantasma.
El hecho de que la Presidencia de la Nación le diga al Congreso Nacional qué, cuándo y cómo votar demuestra que la división de poderes estampada en la Constitución Nacional y el republicanismo o la defensa de “La República” son principios de arcilla que cada representante y cada gobierno moldea de acuerdo a sus conveniencias con el afán de beneficiar al 0,8 % de la población nacional, es decir, a las 400.000 personas que representan la clase capitalista argenta.
Así es cómo las frases hechas de la casta política “republicana” perteneciente a Cambiemos, el Partido Justicialista, Unidad Ciudadana, el Frente Renovador, entre otros, se las lleva el viento. En consecuencia, cuando la cortina de humo deja de existir provisoriamente se puede ver claramente que, en la práctica política, la división de poderes es una farsa y no estamos dentro de “La República” de la Constitución Nacional sino en una “republitrucha” cuyo fundamento político de existencia reside en las bóvedas, arcas, cuentas bancarias y cajas de seguridad de los sectores empresariales.
Sin embargo, esto no fue ni es todo. Los acontecimientos del 18 y el 20 de diciembre también dieron pruebas concretas de que las libertades democráticas constitucionales importan poco para los dueños del país, sus políticos y medios de comunicación, justificando las represiones de ambos días que dejaron un saldo nefasto de decenas de detenidos y lesiones gravísimas en los cuerpos y rostros de los manifestantes. Con la intención de tapar lo que se estaba discutiendo en el Congreso Nacional, desde los grandes medios de comunicación (90 % pertenecientes y adictos a la coalición gobernante), se comenzó a poner el ojo exclusivamente en lo que estaba pasando fuera del recinto, tildando de “violentos” a militantes de izquierda que se estaban defendiendo de las provocaciones, los hostigamientos y la represión brutalmente iniciada por los mismos efectivos policiales, quiénes, dicho sea de paso, tenían infiltrados en las columnas de los trabajadores que se estaban movilizando.
Pareciera que para Clarín, La Nación y el resto de los “profesionales de la opinión” todo vale a la hora de lavarle la cara al gobierno nacional y a la hora de hacerle la guerra a la izquierda. Entonces: toda persona que sale a la calle a protestar es “violenta”, los trabajadores que marchan por sus derechos tienen que ponerle el cuerpo a las fuerzas policiales y dejarse reprimir en pos del orden público, una vereda vale más que la vida de millones de jubilados, está bien impedir el acceso a la Cámara de Diputados con vallados y mega-operativos de seguridad, es normal que el pueblo que vota a sus diputados no pueda ingresar al recinto (lugar público) para pedirle explicaciones a sus representantes, no importa si los sectores más ricos de la sociedad evaden impuestos y fugan capitales, no es tan grave si los Macri se enriquecieron enormemente durante la última dictadura cívico-militar y, como si fuera poco, toda la culpa de lo que le pasó y le está pasando al país la tiene el “gordito” del mortero. ¿Periodismo independiente? No. ¿Mercenarios de la información y la opinión? Sí.
Al final de cuentas, la democracia que mejor les sirve es la que le da la espalda a millones de mujeres, trabajadores, jóvenes y jubilados. Es la que permite la aprobación de una reforma previsional con un 70 % de rechazo popular, y la que prefiere el garrote a los derechos del pueblo trabajador de manera despótica y oligárquica. Este “democraticidio” en el que se liquidan las libertades democráticas más elementales es moneda corriente cada vez que los gobiernos intentan imponer su política de saqueo y robo descarado a las masas populares.
Lo cierto es que los últimos acontecimientos sucedidos en este diciembre caliente han dejado muy en claro que al macrismo, a sus amigos y socios no les será nada fácil hacerle pagar las consecuencias de la crisis económica internacional a la clase trabajadora argentina. Amplios sectores del movimiento de masas ya han tomado conciencia de sus propias fuerzas. Las peleas que se vienen, empezando por la reforma laboral y educativa, parten de la experiencia que han dejado las recientes jornadas de lucha.